La simultaneidad es una de las
principales características de la realidad. Lo que ocurre en el mundo ocurre
simultáneamente, todo a la vez. Entrelazado, sin jerarquías, instantánea y enlazadamente.
Sin embargo, la literatura, la historia o el cine tienen serios problemas para
dar cuenta de este fenómeno. Por eso es sorprendente este film de Richard Fleischer sobre los espeluznantes crímenes de Albert DeSalvo y sobre las investigaciones policiales para atraparlo. Como si del
primer Sev7n se tratara, Fleischer
escarba en los bajos fondos bostonianos para ofrecer un retrato de las filias,
obsesiones y maldades que se esconden tras la forma de vida, digamos normal, de
la sociedad capitalista postindustrial, una sociedad cruel, en la que casi
todos nos vamos torturando mutuamente. Y lo hace con un espíritu casi
documentalista, que va siguiendo, secuencia a secuencia, todos los intentos llevados
a cabo por la policía para capturar al estrangulador. Intentos que se muestran virualmente
mediante el recurso de la división de la pantalla en pequeñas ventanas
simultáneas. Así, el espectador puede percibir varios de los acontecimientos
que están ocurriendo a la vez así como varios puntos de vista. De acuerdo con
Baudrillard, aquí la historia, que todavía no ha muerto, muestra buena parte de
la información en tiempo real, simultáneamente, aunque “siguiendo” el punto de
vista del creador. Además, también se muestra el modus operandi del propio estrangulador, lo cual acerca la obra al psychothriller contemporáneo. Esta es la
principal característica formal del film,
su visión caleidoscópica. Bueno, ésta y la colosal interpretación de Tony Curtis. Una obra pionera, tremendamente bien narrada, con una fascinante
composición de planos y una sorprendente modernidad psicológica y criminal. Una obra maestra del relato policial.
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