Sin lugar a dudas, la mejor
película española sobre el mundo del boxeo, un auténtico Rocky penínsular aunque con más mala sangre y más análisis social,
es decir, con el típico púgil ingenuo y los característicos managers corruptos. Mario Camus, en esta
su segunda película, acoge en su mundo cinematográfico las menos de 30 páginas
de un relato original del gran Ignacio Aldecoa y las estira para transformarlas
en una historia visual, con un montaje excelente, sobre un candidato a boxeador
profesional que vive en un barrio proletario de la Barcelona de los sesenta. No
sería la primera vez que el Camus director plasma la obra realista, naturalista
y poética del gran escritor vasco (las otras dos serían Los pájaros de Baden-Baden y Con
el viento solano). Pero lo destacable de este film es que el guión, escrito por el propio director, desarrolla
una historia de perdedores que solo se encontraba en germen en el texto
original. El dramatismo de la historia se subraya por una dirección seca, sin
mayores alardes y decoraciones, lo cual sintoniza con una pista sonora sin
música, como si de un documental se tratara. Excelente interpretación de un
actor que nuestro querido Carlos Aguilar ha llamado el “bello tenebroso”,
Julián Mateos.
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