Everett de Roche es uno de los
guionistas más reputados y respetados de las antípodas. Sin embargo, no siempre
ha contado con un director a la altura de sus historias. En esta ocasión, el
actor David Hemmings se pone tras la cámara para contarnos una fábula de aventuras
sobre el Yankee Zephyr, un avión de
la 2ª G.M. que se perdió repletito de oro. El trío formado por Donald Pleasence,
su hija (Lesley Ann Warren) y su socio (Ken Wahl) pretenden llegar al avión
pero también lo pretenden un grupo de gángsters liderados por el señor Brown
(George Peppard). Ente ellos, las imponentes montañas de Nueva Zelanda,
hermosamente fotografiadas. El principal punto flaco de la película es la
incapacidad del director para equilibrar los componentes cómicos y de acción de
la historia. En este sentido, Hemmings se equivoca al rodar y al montar las
escenas de acción, que resultan inverosímiles, ilógicas y un poco ridículas.
Por su parte, el compositor australiano
Brian May (no confundir con el guitarrista de Queen) vuelve a regalar al cine una BSO atractiva y bien orquestada en la
que, incluso, hay algún que otro guiño al trabajo de Malcolm Arnold en El puente sobre el tío Kwai. Como curiosidad,
en un papel secundario encontramos a Bruno Lawrence, el protagonista de ese
pequeño clásico de la ciencia ficción austral que es El único superviviente. En definitiva, un entrañable pero
imperfecto divertimento pre peterjacksonero.
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