La novela picaresca, desde El lazarillo de Tormes o el Guzmán de Alfarache hasta las novelas
proto postmodernas de Lawrence Sterne o de Henry Fielding, intentaban ofrecer
una representación satírica de la sociedad del momento, afilando la descripción
realista de los escalafones más bajos de la misma. Parece claro que este
extraño film de Monte Hellman podría
encajar en esta señera tradición literaria, que tan gloriosa influencia ha
tenido también en el mundo del cine. Y es extraño por varios motivos. Primero,
por tratarse de una película sobre un oscuro y cruel entretenimiento: las
peleas de gallos, un espectáculo solo propio para gente muy limitadilla,
intelectual y emocionalmente hablando (Por cierto, en la actualidad sería impensable
rodar una película como esta, donde varios animales mueren luchando o son
decapitados. Por suerte, ahora tenemos a asociaciones como PeTA, que luchan por un mundo no especista). Segundo, por ser una
de las pocas películas del director donde el contenido y la forma resultan bastante
convencionales (lejos quedan, por tanto, esos Westerns experimentales de los sesenta). Tercero, por tratarse de
una obra rodada con la ayuda de varios monstruos del 7º arte (Néstor Almendros,
por ejemplo, pero también Lewis Teague o Roger Corman). Cuarto, por presentar a
un Warren Oates, extraordinario, que no pronuncia una sola palabra (salvo su voz en off) en toda la película. Por cierto,
también aparece, como co-protagonista, el grandísimo Harry Dean Stanton, el
hombre con el rostro de gorrión. Y quinto, por tratarse de una producción que
parece que defiende lo que muestra, hasta que llega el irónico y cáustico
final. En definitiva: una joya del cine underground
USAmericano.
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