Extremadamente violenta y
explícitamente gráfica (Orion está detrás), Robocop es
una excelente radiografía de la sociedad USAmericana de los ochenta, tintada
con los colores y los tonos de la ciencia ficción distópica. Es algo así como
una versión quimérica y policial del Wall
Street de Oliver Stone. Ambientada en un Detroit futuro, el izquierdista Paul
Verhoeven vertebra su película sobre la representación que el capitalista medio
tiene (y propaga) acerca de los males sociales: en una sociedad corrompida por
abajo, debido a la delincuencia común (¡cómo si la corrupción no viniera desde
arriba!), hace falta un policía 7-Eleven,
que trabaje 24 horas al día para que la gente adinerada se sienta segura. Sin
embargo, Verhoeven (guionistas mediantes) desperdiga por la trama un conjunto
de corolarios y glosas claramente anti capitalistas y sobre los más diversos
temas (la corrupción política, la gentrificación, la manipulación de los media,
la burbuja inmobiliaria, la competitividad y avaricia capitalistas, la
atracción del dinero, etc.), lo cual engrandece la trama y sus resonancias
sociológicas. No por casualidad, el proyecto se le había ofrecido antes a Alex Cox. Por otro lado, conviene insistir en la valentía (y el morbo) a la hora de
mostrar la violencia, llegando al gore.
Aunque, por otro lado, es una característica básica de la sociedad del
espectáculo, en la que el público se acostumbra a la violencia como mecanismo planificado
para su aceptación. De esto saben muchos los grandes mass media. Como curiosidad, y en el plano técnico-artístico,
estamos ante una de las últimas películas mainstream
en usar el stop-motion, tan
vulgarmente sustituido por la saturación infográfica más glacial.
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