El joven Walter Mitty trabaja
como corrector en una empresa editora de ficciones pulp. Entre el control de su madre, la opresión de su prometida y de
su suegra y las humillaciones de su trabajo, Mitty sueña despierto con todo
tipo de aventuras inventadas. Como diría Marcel Proust, “vale más soñar la
propia vida que vivirla, aunque vivirla es también soñarla”. Por eso, sí: todos
tenemos una “vida secreta”, detrás de nuestras convencionales rutinas y empleos.
Pero no todos la tenemos tan colorista y divertida como la de Mitty. Con la indulgencia
propia de esta clase de cine mainstream
de la época, Norman Z. McLeod dirigió esta comedia ingenua y de enredos,
protagonizada por el inmensamente popular y talentoso Danny Kaye y que cuenta
con algún que otro número musical en toda regla. La entrada de Boris Karloff en
escena, la secuencia de la operación imaginada y la belleza de Virginia Mayo
(nunca se la ha vuelto a ver tan hermosa como en esta película, salvo en El halcón y la flecha, por supuesto) son
algunos de los puntos álgidos de un film
que, sin tratarse de una obra maestra, ha resistido bastante bien el paso del
tiempo. En el año 2013 se ha estrenado un remake,
protagonizado por Ben Stiller y que ha tirado la casa por la ventana en cuanto
a la recreación digital de los sueños
de Mitty se refiere. Sin embargo, en cuanto a espíritu revoltoso se refiere,
esta versión es más interesante.
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