El guionista Stiller (Humphrey
Bogart) lleva años sin repetir su éxito anterior. Una noche, en un restaurante,
conoce a una dependienta que está terminando de leer un best seller sobre el que le han encargado un guión. Hombre impetuoso, la invita a su casa para que le cuente el argumento del libro. Al
cabo de un rato, se marcha y él se queda en casa. A la mañana siguiente, bien
temprano, la policía visita su casa porque han encontrado a la dependienta
estrangulada. Solo una hermosa vecina (Gloria Grahame) puede proporcionarle una
coartada, ya que les vio desde la terraza de su apartamento colindante. A
partir de aquí, el film se mueve
entre el thriller (Stiller es el
principal sospechoso) y el romance (él y la vecina se enamoran y comienzan un affaire), lo que da pié al gran Nicholas Ray para que desarrolle una puesta en escena compacta y acerada, entre la
trilogía de Lang con Joan Bennett y el cine negro de Wilder. En todo caso,
salvando la acidez general del argumento y del diseño de personajes, la película
no es especialmente harboiled (salvo
alguna escena con Bogart como detonante) ni creíble (tanto los cambios de
carácter del protagonista como el momento de la confesión del asesino, no son
dos puntos a favor de la verosimilitud de la trama). El cine negro USAmericano
de los cuarenta y los cincuenta tiene obras mucho más punzantes, más incisivas, tanto
social como políticamente. En todo caso, estamos ante un film estimable y, por muchos años, alabado como una auténtica obra maestra.
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