Si se hiciera una precuela para contar la vida de una
típica familia italiana trabajadora, de una de esas que pueden estar detrás de
tantas y tantas películas de gángsteres y de mafiosos ítaloamericanos, de una
de esas familias que frente a las necesidades del país tuvo que emigrar al país
de las oportunidades, este film
podría ser perfectamente esa precuela. Es verdad que la intención del director,
Pietro Germi, no fue esa, desde luego. Es verdad que por mediación de Carlo
Ponti, la película acaba con final feliz y, además, resalta el elemento
paternal y conservador de la institución familiar. También es verdad que no
todas las familias que emigraron a los USA formaron parte de mafias familiares.
Faltaría más. Pero igualmente es verdad que el neorrealismo italiano estaba muy
cerca y que los sufrimientos y los padecimientos de todos los miembros de la
familia se sienten cercanos y muy reales y que, por esta razón, un espectador
sensible puede comprender con facilidad por qué fue tan habitual la necesidad
de emigrar a los EE.UU. de América por parte de tantos y tantos italianos de la
postguerra, especialmente de las partes más pobres del país. Por subrayar dos
elementos admirables de la película, habría que destacar la aparición de la
hermosa Sylva Koscina, en su segundo papel cinematográfico, así como el
personaje de Sandrino (diminutivo de Alessandro), un personaje que se adelanta
al de tantas otras películas que vendrían después (como el de Cinema Paradiso, por ejemplo). En
definitiva, una película realista (casi naturalista), cercana al tipo de
historias que se cuentan en esos típicos melodramas tele-fílmicos pero con
muchísima más elegancia, maestría y buen gusto. Un clásico medio olvidado del cine
italiano.
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