El director canadiense John Hough rueda
una historia de posesiones e íncubus malignos, con pesadillas, premoniciones y
materializaciones diabólicas de por medio. Una serie de asesinatos y
violaciones están asolando el pequeño pueblo de Galen, en Nueva Inglaterra, y
las fuerzas vivas de la ciudad se ponen en marcha para comprender y detener lo
que está ocurriendo. John Cassavettes y John Ireland están correctos en sus
respectivos roles (médico forense el uno, policía el otro), mientras que las
principales partenaires femeninas
simplemente no desentonan aunque, para ser honestos, Kerry Keane resulta un
tanto sobreactuada. La puesta en escena es robusta, eficaz y retorcida y, por
lo tanto, bastante apropiada a la historia que se está contando pero, en
ocasiones, el montaje y el comportamiento de los personajes no parecen muy
lógicos. De ahí esa mezcla sosprendente de atracción y extrañeza que proyecta
la película. Nada que ver con la película del mismo título, rodada en esperanto
y protagonizada por William Shattner (Incubus),
en 1965. Como curiosidad, Bruce Dickinson aparece en una escena del film.
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