Una historia verdadera es la prueba
evidente que contradice todas las falacias que se han vertido contra David
Lynch y contra su supuesta incapacidad para contar una historia a la manera
tradicional y/o convencional. Las típicas críticas blandas que provienen de personas
que no conocen la trayectoria de Picasso o Dalí, por ejemplo. Por un paisaje
que es como un cuadro de Grant Wood, David Lynch mueve su cámara detrás de una
historia de sacrifios y reencuentros, en la que un impagable Richard Farnsworth
inunda los planos constantemente con su sabiduria actoral y su belleza cicatrizada.
Además, la presencia final del gran Harry Dean Stanton nos recuerda lo frágiles
y poderosos que son muchos de los actores de reparto USAmericanos. No es una
vuelta al hogar, a la manera de Ulises, sino un reencuentro familiar. Bueno, es
lo mismo. Un viaje insólito y humanísimo por su denuncia de las oscuridades del
alma humana y porque pone el acento en que todos tenemos la capacidad de
iluminarlas. Recuerda a la película de Paul Mazursky, Harry y Tonto.
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