Cuatro individuos se dan cita en
la malvada mansión Crain, de Nueva Inglaterra, para estudiar supuestos fenómenos
sobrenaturales que parecen producirse en su interior, ya que la vieja casa
arrastra una oscura maldición que el doctor Montague pretende esclarecer. Como
es sabido, la trama de este film se
basa en la novela neogótica de Shirley Jackson, a la que sigue con mucha
fidelidad y delicadeza, como ha destacado Stephen King. Por eso, no es de
extrañar la presencia de varios personajes propios de una mente femenina de la
segunda mitad del siglo XX (como el de Eleanor, pero también el del doctor Markway).
De hecho, la propia Shirley Jackson asesoró al director, Robert Wise, como
también lo haría Ira Levin con la adaptación de Roman Polansky de La semilla del diablo. El argumento hay
que situarlo en la tradición de las casas encantadas, hechizadas (es decir,
casas poseídas por espíritus o almas en pena, por maldiciones o por la
depravación de sus antiguos propietarios), aunque el personaje central no es la
Spooky Mansion, sino la débil mente
de Eleanor Vance (lo que permite que la comparemos con el clásico Los intrusos, de Lewis Allen, y con The Unknow, de Henry Levin). Discípulo
de Val Lewton, y eficaz en casi todos los géneros, Wise sostiene el relato
gracias a una puesta en escena (encuadres, juegos de cámara, travellings, iluminación) tan suntuosa
como opresiva, en la línea de The Innocents, de Jack Clayton. Por otro lado, la
música subraya más el carácter psicológico de la trama que sus componentes terroríficos o de suspense. Finalmente, sorprende la presencia del pequeño de
los Pontipee, Gideon (Russ Tamblyn). Un auténtico hit del cine de terror clásico.
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