Jules Dassin agarra a Richard
Conte por el pescuezo y le introduce en una trama de camioneros en busca de
fortuna, en la California de los treinta. La trama sigue al hijo de un
conductor mutilado, veterano de guerra, que se mete en el negocio de la
distribución de manzanas Golden para intentar localizar a la persona que hirió
a su padre, el mayorista de frutas y verduras Mike Figlia (Lee J. Cobb). La
película alterna la descripción sociológica, cuasi documental, con el humor y
el drama despiadado con la comedia romántica, en un desarrollo narrativo que muestra
que, salvo unos pocos, la cadena comercial que lleva la comida a la mesa del
consumidor está compuesta por canallas y por ladrones especuladores (aunque
también hay espacio para el negocio honesto y para el comportamiento ético,
faltaría más). Finalmente, estamos ante una comedia casi de enredos, con su
final feliz oportuno, que destaca, sobre todo, por lo arriesgado de la
propuesta (una crítica de la ambición pecuniaria y de la doblez moral que engendra)
así como por adelantarse a grandes películas con temáticas similares, como Carga maldita o Ruta infernal. Además, esta es la última película que rodó su
director, antes de exiliarse a la fuerza en Europa, como nos ha contado Rebecca Prime (en su estupendo Hollywood Exiles in Europe), gracias a esos grandiosos bellacos que compusieron el Comité de
Actividades Antinorteameircanas (HUAC), sus leguleyos y sus miserables confidentes.
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