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En la última película de Bernardo Bertolucci hasta la fecha,
el director de
Novecento se apunta al
revisionismo histórico y rueda una
sofisticada crónica sobre los despertares sexuales, sentimentales
y políticos de parte de una generación, con alguna reminiscencia al
Bande á part de Godard. Matthew (Michael Pitt), un estudiante
californiano, recala en el París de la primavera del 68 y entabla amistad -en la
Cinémathèque française- con Isabelle (Eva
Green) y con Theo (Louis Garrell), los dos hijos siameses de un reconocido
poeta francés. Al comienzo de la erótica relación a tres bandas, Matthew parece
ir por detrás de los hermanos, mientras que, según avanza la película, el tímido californiano consigue
descifrar y revelar el infantilismo mental y emocional en el que viven Isabelle y Theo y les obliga a enfrentarse al mismo. Por otra parte, lo interesante de la historia –por
significativo- es la forma en la que los acontecimientos políticos disparan,
dirigen o interrumpen la acción. Aunque en este punto, el director no termina de sentirse cómodo. Cinematográficamente hablando, Bertolucci
rinde un sentido homenaje al 7º arte, aprovechando un recurso que ya había sido
utilizado en más de una ocasión, especialmente en esa cinéfila teleserie yanqui,
Dream on (conocida en España como
Sigue soñando). Por ello, hay multitud
de referencias a películas de Hollywood y francesas, a partes iguales, junto a
alguna de Bergman. La película es una producción inglesa, sobre una novela de un
autor escocés (Gilbert Adair), dirigida por un italiano, sobre un acontecimiento
ocurrido en Francia y con un equipo técnico y un plantel de actores de varias
nacionalidades; sin embargo, el espíritu general se nos antoja francamente
usamericano. La BSO, por último, es una sugerente y emotiva selección de
canciones populares.