La última versión de las desventuras de George Smiley (personaje
creado por el gran John Le Carré sobre la biografía de Kim Philby), esta vez
con un gélido director sueco tras la cámara, Tomas Alfredson, el autor de la
sobrevalorada Déjame entrar. A lo largo de su dilatado metraje (127’), Smiley (un sobrio Gary Oldman) debe averiguar cuál de sus compañeros
trabaja para el enemigo; es decir, debe encontrar el topo que se encuentra
oculto en el seno de su ex organización: los servicios secretos británicos. Para
ello, Alfredson construye una narración excesivamente morosa y con varios
errores, con un montaje confuso donde se mezclan escenas contemporáneas con
múltiples flashbacks, y que va
siguiendo a unos personajes aburridos en una trama ambigua que recuerda a una
partida de ajedrez pero sin tablero… El
topo aprovecha, también, un buen puñado de clichés (tanto temáticos como visuales) extraídos de varias
películas de espionaje, como Clave Omega,
Scorpio, Los tres días del Cóndor o, especialmente, de la modesta pero
absorbente serie de la BBC que, sobre el mismo material, protagonizó Alec Guiness en 1970. Por otro lado, la BSO
es soberbia dentro de su sencillez. Sin embargo, el resultado final destaca
precisamente por esta mezcla de errores, ambigüedades y clichés, consiguiendo, precisamente, el efecto que pretendía:
confundir al espectador con una narración fría sobre un personaje frío que
tiene por encargo una misión innecesaria.
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