Curioso y extraño western -de los más insólitos que se han
rodado nunca-, sobre la historia de Pat Garrett y del sufrido Billy el Niño, con
un Paul Newman histriónico poniendo en práctica a la perfección el manierismo que había aprendido
en el Actor’s Studio de Nueva York,
en un papel que –por otro lado- estaba destinado a James Dean. Se trata del
primer trabajo cinematográfico de Arthur Penn, tras una experimentada carrera
en el mundo de la televisión. Se mueve entre la tragedia griega y la torturada obra
de Tennesse Williams, por lo que no es de extrañar encontrar a Gore Vidal como coautor
del guión (basado, toda sea dicho, en su propia versión televisiva anterior).
Un tanto larga y previsible, sin embargo, se hace respetar, aunque esté por
debajo, en calidad e interés artístico, de la versión que Sam Peckinpah estrenó
en 1973.
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