viernes, 24 de febrero de 2012

La guerra de Charlie Wilson

3*

El creador de la exitosa serie de TV El ala oeste de la Casa Blanca y guionista de La red social, Aaron Sorkin, fue la persona elegida para escribir un guión (a partir de la documentada obra de George Crile) sobre los tejemanejes políticos del congresista texano Charlie Wilson (Tom Hanks) para incrementar el presupuesto de los EE.UU. en sus operaciones en Afganistán, asesorado por un agente de la CIA de oscuro pasado. Sin embargo, de hecho, dichas operaciones apoyaban una guerra encubierta contra la presencia soviética en la zona (guerra que ha sido mitificada en la ultraconservadora Rambo 2). Por su parte, lo que hace Mike Nichols es contar esa historia de una manera simplista, maniquea y mostrando un claro posicionamiento político en favor de la lucha contra el comunismo, posicionamiento que consigue ser relajado, subrepticiamente, mediante una inteligente estrategia consistente en mezclar conversaciones sobre asuntos técnicos y militares, negociaciones políticas de alto nivel, viajes a tutiplén y fiestas y juergas varias para crear la apariencia de normalidad y producir el siguiente argumento: los políticos son gente normal (no llevan una vida normal, es verdad, pero sus rasgos son los mismos que los de la gente normal: predilección por las mujeres hermosas, respeto por la religión y por la tradición, una ligera dipsomanía, admiración por los profesionales y por las personas francas y directas, etc.). Por lo tanto, sus acciones son normales y, por supuesto, sus consecuencias serán normales. Ergo buenas. Y aquí esta el problema. Que la película está tan comprometida en este argumento que, al final, debe dejar caer una crítica (si bien limitada) en el único punto flaco de la historia, según la perspectiva narrada. Pero para eso el lector debe ver la película (si no lo ha hecho ya) y sacar sus propias conclusiones. Por lo demás, la historia cuenta con dos buenas interpretaciones, la de Seymour Hoffman y la de Amy Adams, mientras que el personaje de Julia Roberts no solamente es un poco repelente sino que, además (y extra cinematográficamente hablando) la belleza de la actriz está francamente desaprovechada. El resto de elementos técnico-artísticos, a la altura de la producción.

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