Inspirándose en la historia de El buscavidas, Richard Jessup escribió una novela que fue adaptada al cine por el realizador canadiense Norman Jewison (aunque el director previamente contratado fuera Sam Peckinpah), con el título original de The Cincinnati Kid y sobre un guión escrito a dos manos por Ring Lardner jr. y Terry Southern. Los seres humanos hacemos muchas cosas estúpidas pero, por suerte, algunas son interesantes, como jugar al póquer. Y no hay nada más estimulante para un jugador de póquer que ver cómo juegan otros para intentar mejorar sus habilidades. En este sentido, El rey del juego es un excelente retrato del mundo del juego en general y del mundo del Stud Poker, en particular (como la desnocida película de Fielder Cook, El destino también juega), aunque, además, ofrece un retrato despiadado de las luchas intergeneracionales. Jewison planifica y dirige con pulso firme este drama disfrazado de torneo y acierta al añadir un triángulo amoroso a la historia. Frente a una magnífica interpretación de Edgar G. Robinson, Steve McQueen compone un personaje aceptable, aunque el resto de secundarios están francamente convincentes. Como añadido, la película también constituye un homenaje a la ciudad de Nueva Orleans y a la cultura negra (atención al papel de Cab Calloway y a la canción de Ray Charles), aunque el score sea de Lalo Schifrin. El montaje del film corrió a cargo de Hal Ashby, quien sería conocido posteriormente como el director de Harold y Maude y de Bienvenido Mr. Chance, por ejemplo.
jueves, 12 de abril de 2012
El rey del juego
3.5*
Inspirándose en la historia de El buscavidas, Richard Jessup escribió una novela que fue adaptada al cine por el realizador canadiense Norman Jewison (aunque el director previamente contratado fuera Sam Peckinpah), con el título original de The Cincinnati Kid y sobre un guión escrito a dos manos por Ring Lardner jr. y Terry Southern. Los seres humanos hacemos muchas cosas estúpidas pero, por suerte, algunas son interesantes, como jugar al póquer. Y no hay nada más estimulante para un jugador de póquer que ver cómo juegan otros para intentar mejorar sus habilidades. En este sentido, El rey del juego es un excelente retrato del mundo del juego en general y del mundo del Stud Poker, en particular (como la desnocida película de Fielder Cook, El destino también juega), aunque, además, ofrece un retrato despiadado de las luchas intergeneracionales. Jewison planifica y dirige con pulso firme este drama disfrazado de torneo y acierta al añadir un triángulo amoroso a la historia. Frente a una magnífica interpretación de Edgar G. Robinson, Steve McQueen compone un personaje aceptable, aunque el resto de secundarios están francamente convincentes. Como añadido, la película también constituye un homenaje a la ciudad de Nueva Orleans y a la cultura negra (atención al papel de Cab Calloway y a la canción de Ray Charles), aunque el score sea de Lalo Schifrin. El montaje del film corrió a cargo de Hal Ashby, quien sería conocido posteriormente como el director de Harold y Maude y de Bienvenido Mr. Chance, por ejemplo.
Inspirándose en la historia de El buscavidas, Richard Jessup escribió una novela que fue adaptada al cine por el realizador canadiense Norman Jewison (aunque el director previamente contratado fuera Sam Peckinpah), con el título original de The Cincinnati Kid y sobre un guión escrito a dos manos por Ring Lardner jr. y Terry Southern. Los seres humanos hacemos muchas cosas estúpidas pero, por suerte, algunas son interesantes, como jugar al póquer. Y no hay nada más estimulante para un jugador de póquer que ver cómo juegan otros para intentar mejorar sus habilidades. En este sentido, El rey del juego es un excelente retrato del mundo del juego en general y del mundo del Stud Poker, en particular (como la desnocida película de Fielder Cook, El destino también juega), aunque, además, ofrece un retrato despiadado de las luchas intergeneracionales. Jewison planifica y dirige con pulso firme este drama disfrazado de torneo y acierta al añadir un triángulo amoroso a la historia. Frente a una magnífica interpretación de Edgar G. Robinson, Steve McQueen compone un personaje aceptable, aunque el resto de secundarios están francamente convincentes. Como añadido, la película también constituye un homenaje a la ciudad de Nueva Orleans y a la cultura negra (atención al papel de Cab Calloway y a la canción de Ray Charles), aunque el score sea de Lalo Schifrin. El montaje del film corrió a cargo de Hal Ashby, quien sería conocido posteriormente como el director de Harold y Maude y de Bienvenido Mr. Chance, por ejemplo.
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