Son muchas las películas que se han acercado al mundo de la
política con la intención de denunciar sus vicios y de iluminar sus sombras. Los
ejemplos perfectos podrían ser El
político, de Robert Rossen, o El candidato, de Michael Ritchie. Sin embargo, son pocas las que, finalmente,
te pueden producir las ganas de dedicarte a tan apasionada como turbia profesión. Los Idus de marzo, dirigida y
protagonizada por George Clooney, es una de ellas. Y no lo decimos como un
ataque sino como la constatación de que, en política (una profesión ya de por
sí ambigua e inestable), o se tienen las ideas claras o la confusión puede
campar a sus anchas. Clooney nos cuenta la historia de una asesor de campaña,
en plenas primarias del partido demócrata, que es arrastrado a una trampa política que le puede costar el puesto. Aún así, consigue utilizar los lazos
sueltos de la moral para chantajear a uno de sus superiores y, así,
materializar sus sueños profesionales. Con una dirección muy austera, parca en travellings y en movimientos de cámara,
y manejando a la perfección el ritmo, Clooney ofrece una mezcla admirable de
cine punzante pero entretenido, repleto de referencias a la política
usamericana y sin ningún tipo de afectación trágica. Incluso aparece un homenaje (una especie de cara B) al discurso de Patton la víspera del día D. Sin embargo, no alcanza
más nota por lo previsible de su trama y por caer en algún que otro tópico
(como el de la becaria o el de la periodista aprovechada). Maravillosa
interpretación de los secundarios Paul Giamatti y, sobre todo, de esa máquina
de persuasión llamada Philip Seymour Hoffman. Por su parte, Ryan Gosling está
correcto en todo momento.
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