De las 8 películas que Roger Corman realizó sobre la obra de
Edgar A. Poe, La máscara de la muerte
roja es, sin duda, la mejor, aunque sea la menos fiel al relato original.
Sin embargo, La caída de la casa Usher (la primera de la serie) es la más fiel al cuento en el que se inspira (descontando, por supuesto, las múltiples licencias que se toma el guionista, Richard
Matheson) y la segunda mejor de toda la serie. Y es que el punto en común de
todas las películas de este ciclo es que ninguna de ellas constituye una
adaptación fidedigna de ninguno de los relatos de Poe –salvo alguno de los tres
cuentos de Historias de Terror-,
aunque sí de su espíritu. En esta
ocasión, se narra la relación misteriosa y malsana que une a dos hermanos,
Roderick y Madeline Usher, con la casa de sus antepasados, llena de maldad y
decrepitud, hasta que el prometido de ella aparece con la intención de llevarla
consigo a Boston y desposarla. Corman rodó esta película en 15 días, apoyado
por el grandísimo talento de tres de sus colaboradores habituales: Vincent Price, Daniell Haller (dirección artística) y Les Baxter (score), además de contar con una
fotografía en CinemaScope, elegante y carmesí, de Floyd Crosby (el operador de Sólo
ante el peligro, por ejemplo). La
caída de la casa Usher es una de las más absorbentes historias de la
productora de Corman, la American
International Pictures. El mismo año, Enrique Carreras presentaba su tríptico Obras maestras del terror, con Narciso Ibáñez Menta (1960). Por su parte, Jesús Franco se atrevió con su propia
versión en El hundimiento de la casa
Usher, con pobres resultados.
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