Tras el cierre de un mítico estudio cinematográfico, dos
periodistas se proponen entrevistar a Chiyoko Fujiwara, la legendaria estrella
del mismo, que se retiró del cine misteriosamente y vive aislada en las
montañas. Al calor de los recuerdos evocados por la ya anciana actriz (como en Fellini
8½), el espectador se va adentrando en un espectacular anime donde se mezcla el pasado
con el presente, la historia con la ficción y los sueños de la juventud con los
naufragios vitales de la madurez, todo ello en una espléndida estructura
circular, a base de sketches y collages visuales y emotivos, lo que
produce una fortísima fascinación y una emocionante empatía en el espectador. Síntesis casi perfecta de tradición e innovación y de una cinefagia muy particular, constituye una riquísima alegoría sobre el amor y el paso del tiempo, llena de matices y
sutilezas. Conmovedora hasta el dolor y la lágrima, Millennium Actress es la prueba evidente de que el cine tiene su
razón de ser en la materialización visual de una buena historia, algo que el director
volvería a repetir en Tokyo Godfathers,
con la remota inspiración del maestro Ford. La obra maestra de
Satoshi Kon, un cineasta de escasa pero formidable obra.
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