lunes, 30 de julio de 2012

Moonrise Kingdom

3*

Wes Anderson, el discípulo aventajado de Stanley Kubrick, vuelve a uno de sus mundos preferidos en esta comedía satírica de aventuras sobre el descubrimiento del amor y del sexo, ambientada en un campamento boy scout de los años sesenta y con varias referencias autobiográficas. Precisamente por eso, los protagonistas podrían ser considerados como la versión juvenil del matrimonio animal de Fantastic Mr. Fox, probablemente la obra maestra de Anderson. A fuerza de un esteticismo impenitente, este inofensivo diorama parece, por momentos, un producto cinematográfico hiperrealista, a base de insertar tomas descriptivas y pequeños detalles en la estructura narrativa, y ello a pesar de ciertos anacronismos. La música (de Benjamin Britten a Hank Williams, de Alexandre Desplat a François Hardy) ayuda a conseguir eso que Roland Barthes llamó “efecto de realidad”, un efecto que, sin embargo, se queda en el nivel de un spot televisivo. Temática, visual y ornamentalmente, la película recuerda a esos filmes usamericanos y británicos, de los sesenta y setenta, sobre el difícil mundo de los adolescentes, ya sea en granjas del medio oeste o en pleno Londres, como Melody, Tú a Bostón y yo a California, Harold y Maude o algún que otro film de Fielder Cook. Siendo fiel a esta influencia, no por causalidad, la película está rodada en 16 mm. Por su parte, Edward Norton, Bill Murray y Frances McDormand se mimetizan con sus papeles, Bruce Willis pone su voz y sus gestos habituales (a su típico papel) mientras que Harvey Keitel y Jason Schwartzmann sorprenden en sus respectivos roles. Respecto de los actores protagonistas, poco que decir: un inglés relativamente inexpresivo y unas interpretaciones como de obra de fin de curso. Finalmente, para ser honestos, la película adolece de unos efectos especiales de medio pelo y le sobran, claramente, un par de escenas que consiguen sonrojar al espectador (por ejemplo, la del rayo o la de la torre del campanario).



sábado, 28 de julio de 2012

Caído del cielo (aka Out of the Blue y No Looking Back)

3*
Dennis Hopper, el outsider oficial de USAmérica, ha rodado un par de películas sobre las sombras del american way of life. La más conocida es Easy Rider, de 1969, protagonizada por él mismo, Peter Fonda y Jack Nicholson. Sin embargo, la más dura, dramática y desolada es esta, No Looking Back, de 1980, que el propio Hopper consideraba una especie de continuación de la primera pero 10 años después. Una adolescente (Linda Manz) vive con un padre expresidiario (Dennis Hopper) y una madre drogadicta (Sharon Farrell), en un ambiente disfuncional en el que va acumulando rabia y frustración por el sufrimiento vivido y por la ausencia de referentes morales. Una película que describe, de forma descarnada, esa parte de la sociedad que vive sin perspectivas, sin futuro, justo como pregona la música punk que admira la joven protagonista. Rodada en Vancouver (Canada), con un cierto amateurismo técnico, la película cuenta con la música de Neil Young, con canciones de Elvis Presley y con la presencia fugaz de Raymond Burr, aunque lo que permanece en la memoria del espectador son las intensas y convincentes interpretaciones de Hopper y de Manz, así como el abrupto final. Es aconsejable completar su visionado con la lectura de Easy Riders Raging Bulls: How the Sex-Drugs-And Rock 'n Roll Generation Save de Peter Biskind. Por cierto, no confundir con el No Looking Back de Edward Burns.






jueves, 26 de julio de 2012

La isla desnuda

3.5*

Puede ser absurdo que un matrimonio de agricultores japoneses, con dos hijos, vivan solos en una isla. Puede parecer absurdo que, rodeados de agua, vayan a por ella a la costa, una y otra vez, para regar sus cultivos. Puede parecer absurdo, también, la forma en que conviven y se relacionan. Y puede parecer absurdo que alguien se moleste en contar esta historia. Pero si el director es Kaneto Sindô, el resultado es una maravillosa narración autobiográfica, feroz y emotiva a un tiempo, que se sostiene exclusivamente gracias a la calidad y a la calidez de las imágenes, así como a una BSO de Hikaru Hayashi deliciosa y contagiosa. La expresividad de los actores, un poderoso e invisible guión y el dramatismo de algunas escenas consiguen dar voz a este poema visual, sin diálogo alguno, que comienza perezosamente pero que asciende hasta alcanzar el lugar donde se quedan los recuerdos. Y consigue quedarse ahí por mucho tiempo. Nada que ver con la película de mismo título dirigida por Boots Plata en 1984 ni con la novela autobiográfica de Russell Braddon.




martes, 24 de julio de 2012

La mansión de los horrores

2.5*

Vincent Price y su esposa alquilan una mansión (la Ennis-Brown House de Los Ángeles)e invitan a 5 personas para hacerles una proposición: como todos ellos tienen necesidades económicas, quien consiga pasar una noche entera en la casa, recibirá la suma de 10.000 dólares. A quien sobreviva, se entiende. A partir de esta premisa, la película se balancea entre el misterio, el suspense y el terror naive de los cincuenta, por un lado, y el romance (con complot incluido), por el otro, arrancando de vez en cuando una sonrisa al espectador actual (como en la muerte de la mujer efervescente). William Castle dirige el argumento, el suspense e, incluso, las atmósferas hasta un final acorde con esa línea espiritual que inauguró Anna Radcliffe con Los misterios de Udolfo. Un film de 1959, sobre un guión de Robb White, con un humilde diseño de producción y un estupendo Vincent Price en el rol del excéntrico y millonario anfitrión. Gran recaudación en taquilla para una historia que inspiraría Un cadáver a los postres, El juego de la sospecha e, incluso, un remake, House on Haunted Hill, en 1999.



lunes, 23 de julio de 2012

Las 36 cámaras de Shaolin

3.5*

Matrix nos mostró lo fácil que puede ser aprender Kung Fu si se pudiera implantar una técnica de combate mediante la instalación de un programa informático en el cerebro. Sin embargo, inexorablemente, las artes marciales requieren disciplina y años de práctica. La cultura milenaria china conoce muy bien este hecho y, por eso, abundan las películas que narran los distintos pasos en la adquisición de dicho arte. Chia Liang Liu, prolífico actor y stunt coordinator de la productora de los Hermanos Shaw, regaló a los fans del género esta historia sobre un aspirante a monje guerrero Shaolin, que se encuentra en lucha contra los Manchús de Cantón. La primera hora es un tanto convencional pero la segunda parte, que muestra las distintas fases del entrenamiento del protagonista (de ahí el título) y la materialización de su venganza, es tremendamente atractiva y poderosa. Además, el sentido del humor hace presencia en las ocasiones pertinentes. La historia cuenta con el protagonismo del legendario Gordon Liu, hermano adoptivo del director y conocido por su papel de Pai Mei en Kill Bill Vol. 2, y con extraordinarias coreografías, como es habitual en los films de los productores hongkoneses, que, además, están rodadas con elegancia y respeto, es decir, alargando las tomas y las escenas y sin hacer un uso ilegítimo del montaje. En este sentido, la utilización del Shaw Scope es apropiadísimo. Para terminar, la película abunda en el uso mágico de los decorados, como en la maravillosa The Wandering Swordsman, del gran Chang Cheh, aunque los exteriores decepcionan por su falta de espectacularidad.

viernes, 20 de julio de 2012

The descent 2

2*

Continuación en toda regla de The Descent (2005), en donde la superviviente de ésta, con la ayuda de un equipo de rescate, regresa al entramado de cuevas de la primera para averiguar qué ha ocurrido. Claustrofóbica como pocas, la historia se centra exclusivamente (esta vez sí) en la lucha entre los espeleólogos y esas criaturas cavernícolas que se parecen sospechosamente a Nosferatu y que recuerdan a los veloces cazadores de Pandorum. Sustos, sobresaltos y sorpresas para esta extrema historia de supervivencia que contiene, por otro lado, algunas escenas absurdas e inverosímiles. Si la primera parte sorprendía por su (hasta cierto punto) ingeniosa propuesta y su estimulante materialización, esta segunda parte muestra una complacencia casi total con las premisas de aquella así como un desarrollo bastante convencional, si bien el contenido gore crece considerablemente. Una vez más, se asienta el dicho de que (habitualmente) segundas partes nunca fueron buenas.


miércoles, 18 de julio de 2012

El quimérico inquilino

3.5*

Trelkovsky, un pusilánime y anodino oficinista, alquila el apartamento de una mujer que se acaba de suicidar. Poco a poco, irá presenciando fenómenos cada vez más extraños, en un ambiente progresivamente paranoico, lo cual irá poniendo en peligro su salud mental y su propia identidad. Sorprendente producción de Roman Polanski, temáticamente situada entre Repulsión y La semilla del diablo, sobre una novela del ya de por sí extraño Roland Topor pero con un finísimo y persistente sentido del humor, además de esa obsesión sexual que salpica la filmografía entera del director polaco. Nada que ver, por tanto, con El baile de los vampiros o Tess, esos intentos de hacer pasar por normal el particular universo perturbado del director. La película comienza (y acaba) con un travelling asombrosamente estilizado, que recuerda al de Hitchcock de La ventana indiscreta y a uno famoso de Dario Argento. Por su parte, el propio Polanski se reservó el kafkiano papel protagonista  y Shelley Winters, francamente, se fusiona perfectamente con la huraña portera que interpreta. A destacar la fotografía plomiza del bergmaniano Sven Nykvist (muy apropiada a la atmósfera, al ambiente de la historia y al propio clima de París), la interpretación de Melvyn Douglas así como múltiples aciertos visuales y de puesta en escena, como los distintos puntos de vista, la escena de la botella de agua o la del baño. En conclusión: una de las mejores películas de su director.

domingo, 15 de julio de 2012

Mis 5 imprescindibles de Ernest Borgnine:


-       Marty (1955), de Delbert Mann.
-       Los vikingos (1958), de Richard Fleischer.
-       Grupo salvaje (1969), de Sam Peckinpah.
-       Sunday in the Country (1974), de John Trent.
-       1997 rescate en Nueva York (1981), de John Carpenter.


jueves, 12 de julio de 2012

La caja de las sorpresas

3*

Agradable producción británica, de mediados de los sesenta, dirigida por un desconocido Bryan Forbes e inspirada en la estupenda novela de Robert L. Stevenson del mismo título. La historia gira en torno a los enredos que se suceden como consecuencia de una Tontina establecida tiempo ha y para la que sólo quedan dos posibles ganadores, lo que la emparienta con esa maravilla de la Ealing que es Ocho sentencias de muerte. Algo confusa en su desarrollo, la película se sigue con interés por su excelente terceto protagonista (Ralph Richardson, Michael Caine, John Mills), por múltiples aciertos cómicos, por un entretenido juego de confusión de cadáveres y por una maravillosa galería de estrambóticos personajes secundarios (como el mayordomo, el doctor Pratt –un genial Peter Sellers- o el inspector de policía), aunque el montaje flaquea en ocasiones (especialmente al final, en la escena con los distintos cortejos fúnebres). Solvente ambientación victoriana y uno de los primeros papeles del luego célebre Dudley Moore.



martes, 10 de julio de 2012

El sanatorio de la clepsidra

3.5*
 
Alucinada y barroca producción polaca, de 1973, fiel al estilo de su director, Wojciech J. Has, que sigue la línea glorificada en su obra maestra El manuscrito encontrado en Zaragoza, en cuanto a la concepción del argumento se refiere (enmarañado, laberíntico, poliédrico), pero también en cuanto a la puesta en escena, a la composición de los planos, al movimiento de cámara y a las interpretaciones, absolutamente entregadas. La trama es de una riqueza y de una ambigüedad admirable, si bien no es apta para toda clase de espectadores, como el Malpertuis de Jean Ray. Cuenta la historia de un hombre que llega a un extraño y decrépito sanatorio donde se encuentra convaleciendo su padre. A partir de esta premisa, se sucede toda una serie de escenas y espejos, en los que se mezcla la realidad, la fantasía y lo onírico, en busca de sentido, en busca de una representación adecuada del tiempo, para lo cual Has confecciona un buen puñado de elaborados planos secuencia. Con una mezcla surrealista y carnavalesca de motivos y de temas (propia de la visión cabalística y kafkiana del mundo) así como con referencias bíblicas, la película cuenta con una riqueza visual y simbólica que puede llegar a desconcertar, como cuando se contempla El viaje de Chihiro. En este sentido, hay que recordar la imaginería del autor de la novela original, Bruno Schulz. En especial, los frescos que realizó en la casa de Felix Landau, su protector nazi. Por su parte, autores como Terry Gillian han sentido fuertemente la influencia de esta clase de cine.

lunes, 9 de julio de 2012

Hasta que llegó su hora

4*

Segunda cúspide estilística del western de Leone, tras la hipnótica trilogía del dólar (especialmente tras El bueno, el feo y el malo) y poco antes de esa espléndida e incomprendida recreación de los ideales revolucionarios que fue ¡Agáchate maldito!. En todo caso, supone el comienzo de su segunda trilogía fílmica, la más madura: esta vez centrada en la historia de los EE.UU. de América, especialmente en la ambición, avaricia e inmoralidad que ha hecho posible el desarrollo capitalista del país. Corría el año 1968, Sam Peckinpah había estrenado Mayor Dundee sólo 3 años antes y, además, el estreno de Los Profesionales estaba reciente. Pero nadie esperaba este puñetazo de Leone. Ni el de Grupo Salvaje del año siguiente. Una de las características principales de la película es el protagonismo de la BSO, compuesta por el habitual Ennio Morricone: varios cortes diferenciados que anteceden o definen a un protagonista. Otras dos son la fidedigna ambientación y la brillante reutilización de distintas localizaciones clásicas del género, como el Monument Valley. Excelentes caracterizaciones de Henry Fonda, Jason Robards y Charles Bronson, revoloteando alrededor de una magnética Claudia Cardinale, que consigue catalizar todo un sofisticado juego de venganzas. Sin embargo, la película muestra una cierta complacencia estética y un indiscutible paroxismo en la puesta en escena, en la duración de los encuadres y en el abuso de una de las marcas de la casa, el primer plano. Por todo ello, la historia se extiende innecesariamente hasta los 165’, de tanto que Leone retuerce el tiempo a su antojo y conveniencia (de ahí la presencia constante de relojes). Sin embargo, como experiencia visual, más allá de sus errores y excesos, la película es apabullante y su influencia posterior enorme (pensemos, por poner un solo ejemplo, en los interiores de El jinete pálido). Si el espectador se fija bien, estamos ante una nueva versión de El bueno, el feo y el malo.

domingo, 8 de julio de 2012

Las aventuras de Jeremías Johnson

3.5*
Hay dos formas de hacer un alegato sobre la libertad y la vida en la naturaleza: sin concesiones o con ellas. Sidney Pollack rodó estas aventuras de la primera de esas dos formas (como hizo Sidney Hayers en The Trap, Kurosawa en Dersu Uzala y Sean Penn en Hacia rutas salvajes), para contar la historia de un viaje interior, el del protagonista. Jeremiah Johnson (Robert Redford) es un soldado de la Unión que, acabada la Guerra Civil y cansado de la civilización, se adentra en las Rocosas para intentar vivir en comunión con el lado salvaje pero hermoso de la realidad. En los inicios de su aventura, trabaja como trampero, conoce a varios personajes de las montañas y, posteriormente, construye una cabaña donde intenta echar raíces con una familia ad hoc, hecha de retazos circundantes. Sin embargo, poco a poco, va adentrándose en una venganza despiadada contra una tribu india. De las innumerables virtudes del film, hay que resaltar especialmente la fotografía de Duke Callaghan (muy similar a la de El camino de la venganza, también dirigida por Pollack), la interpretación del propio Redford y el guión del siempre inquieto John Milius (quien, por cierto, rescataría alguna idea para su Amanecer Rojo). Feroz alegoría sobre el valor de la individualidad humana (con sus egoísmos y sus necesidades), uno de los pilares sobre los que se ha levantado el país de las oportunidades. Por cierto, al parecer, del guión escrito por Milius, solo se rodó un 60%.