Wes Anderson, el discípulo aventajado de Stanley Kubrick, vuelve
a uno de sus mundos preferidos en esta comedía satírica de aventuras sobre el descubrimiento
del amor y del sexo, ambientada en un campamento boy scout de los años sesenta y con varias referencias autobiográficas.
Precisamente por eso, los protagonistas podrían ser considerados como la
versión juvenil del matrimonio animal de Fantastic
Mr. Fox, probablemente la obra maestra de Anderson. A fuerza de un
esteticismo impenitente, este inofensivo diorama parece, por momentos, un producto
cinematográfico hiperrealista, a base de insertar tomas descriptivas y pequeños
detalles en la estructura narrativa, y ello a pesar de ciertos anacronismos. La
música (de Benjamin Britten a Hank Williams, de Alexandre Desplat a François Hardy) ayuda a conseguir eso que Roland Barthes llamó “efecto de realidad”, un
efecto que, sin embargo, se queda en el nivel de un spot televisivo.
Temática, visual y ornamentalmente, la película recuerda a esos filmes usamericanos
y británicos, de los sesenta y setenta, sobre el difícil mundo de los
adolescentes, ya sea en granjas del medio oeste o en pleno Londres, como Melody, Tú a Bostón y yo a California, Harold y Maude o algún que otro film de Fielder Cook. Siendo fiel
a esta influencia, no por causalidad, la película está rodada en 16 mm. Por su
parte, Edward Norton, Bill Murray y Frances McDormand se mimetizan con sus
papeles, Bruce Willis pone su voz y sus gestos habituales (a su típico papel) mientras
que Harvey Keitel y Jason Schwartzmann sorprenden en sus respectivos roles. Respecto
de los actores protagonistas, poco que decir: un inglés relativamente inexpresivo y unas
interpretaciones como de obra de fin de curso. Finalmente, para ser
honestos, la película adolece de unos efectos especiales de medio pelo y le
sobran, claramente, un par de escenas que consiguen sonrojar al espectador (por
ejemplo, la del rayo o la de la torre del campanario).
lunes, 30 de julio de 2012
sábado, 28 de julio de 2012
Caído del cielo (aka Out of the Blue y No Looking Back)
3*
Dennis Hopper,
el outsider oficial de USAmérica, ha rodado un par de películas sobre
las sombras del american way of life.
La más conocida es Easy Rider, de 1969,
protagonizada por él mismo, Peter Fonda y Jack Nicholson. Sin embargo, la más
dura, dramática y desolada es esta, No
Looking Back, de 1980, que el propio Hopper consideraba una especie de
continuación de la primera pero 10 años después. Una adolescente (Linda Manz)
vive con un padre expresidiario (Dennis Hopper) y una madre drogadicta (Sharon
Farrell), en un ambiente disfuncional en el que va acumulando rabia y
frustración por el sufrimiento vivido y por la ausencia de referentes morales. Una
película que describe, de forma descarnada, esa parte de la sociedad que vive
sin perspectivas, sin futuro, justo como pregona la música punk que admira la joven protagonista. Rodada en Vancouver
(Canada), con un cierto amateurismo
técnico, la película cuenta con la música de Neil Young, con canciones de Elvis
Presley y con la presencia fugaz de Raymond Burr, aunque lo que permanece en la
memoria del espectador son las intensas y convincentes interpretaciones de Hopper
y de Manz, así como el abrupto final. Es aconsejable completar su visionado con la lectura de Easy Riders Raging
Bulls: How the Sex-Drugs-And Rock 'n Roll Generation Save de Peter Biskind. Por cierto, no confundir con el No Looking Back de
Edward Burns.
jueves, 26 de julio de 2012
La isla desnuda
3.5*
Puede
ser absurdo que un matrimonio de agricultores japoneses, con dos hijos, vivan solos en una isla.
Puede parecer absurdo que, rodeados de agua, vayan a por ella a la costa, una y
otra vez, para regar sus cultivos. Puede parecer absurdo, también, la forma en
que conviven y se relacionan. Y puede parecer absurdo que alguien se moleste en
contar esta historia. Pero si el director es Kaneto Sindô, el resultado es una
maravillosa narración autobiográfica, feroz y emotiva a un tiempo, que se
sostiene exclusivamente gracias a la calidad y a la calidez de las imágenes,
así como a una BSO de Hikaru Hayashi deliciosa y contagiosa. La expresividad de
los actores, un poderoso e invisible guión y el dramatismo de algunas escenas
consiguen dar voz a este poema visual, sin diálogo alguno, que comienza
perezosamente pero que asciende hasta alcanzar el lugar donde se quedan los
recuerdos. Y consigue quedarse ahí por mucho tiempo. Nada que ver con la película
de mismo título dirigida por Boots Plata en 1984 ni con la novela
autobiográfica de Russell Braddon.
martes, 24 de julio de 2012
La mansión de los horrores
2.5*
Vincent
Price y su esposa alquilan una mansión (la Ennis-Brown House de Los Ángeles)e
invitan a 5 personas para hacerles una proposición: como todos ellos
tienen necesidades económicas, quien consiga pasar una noche entera
en la casa, recibirá la suma de 10.000 dólares. A quien sobreviva,
se entiende. A partir de esta premisa, la película se balancea entre
el misterio, el suspense y el terror naive
de los cincuenta, por un lado, y el romance (con complot incluido),
por el otro, arrancando de vez en cuando una sonrisa al espectador
actual (como en la muerte de la mujer efervescente).
William Castle
dirige el argumento, el suspense e, incluso, las atmósferas hasta un
final acorde con esa línea espiritual que inauguró Anna Radcliffe
con Los misterios de
Udolfo. Un film
de 1959, sobre un guión de Robb White, con un humilde diseño de
producción y un estupendo Vincent Price en el rol del excéntrico y
millonario anfitrión. Gran recaudación en taquilla para una
historia que inspiraría Un
cadáver a los postres,
El juego de la sospecha
e, incluso, un remake, House on Haunted Hill, en 1999.
lunes, 23 de julio de 2012
Las 36 cámaras de Shaolin
3.5*
Matrix nos mostró
lo fácil que puede ser aprender Kung Fu
si se pudiera implantar una técnica de combate mediante la instalación de un
programa informático en el cerebro. Sin embargo, inexorablemente, las artes
marciales requieren disciplina y años de práctica. La cultura milenaria china conoce
muy bien este hecho y, por eso, abundan las películas que narran los distintos
pasos en la adquisición de dicho arte. Chia Liang Liu, prolífico actor y stunt coordinator de la productora de
los Hermanos Shaw, regaló a los fans del género esta historia sobre un
aspirante a monje guerrero Shaolin, que se encuentra en lucha contra los
Manchús de Cantón. La primera hora es un tanto convencional pero la segunda
parte, que muestra las distintas fases del entrenamiento del protagonista (de
ahí el título) y la materialización de su venganza, es tremendamente atractiva
y poderosa. Además, el sentido del humor hace presencia en las ocasiones
pertinentes. La historia cuenta con el protagonismo del legendario Gordon Liu,
hermano adoptivo del director y conocido por su papel de Pai Mei en Kill Bill Vol. 2, y con extraordinarias
coreografías, como es habitual en los films
de los productores hongkoneses, que, además, están rodadas con elegancia y
respeto, es decir, alargando las tomas y las escenas y sin hacer un uso
ilegítimo del montaje. En este sentido, la utilización del Shaw Scope es apropiadísimo. Para terminar, la película abunda en
el uso mágico de los decorados, como en la maravillosa The Wandering Swordsman, del gran Chang Cheh, aunque los exteriores
decepcionan por su falta de espectacularidad.
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viernes, 20 de julio de 2012
The descent 2
2*
Continuación en
toda regla de The Descent (2005), en
donde la superviviente de ésta, con la ayuda de un equipo de rescate, regresa al
entramado de cuevas de la primera para averiguar qué ha ocurrido.
Claustrofóbica como pocas, la historia se centra exclusivamente (esta vez sí)
en la lucha entre los espeleólogos y esas criaturas cavernícolas que se parecen
sospechosamente a Nosferatu y que
recuerdan a los veloces cazadores de Pandorum.
Sustos, sobresaltos y sorpresas para esta extrema historia de supervivencia que
contiene, por otro lado, algunas escenas absurdas e inverosímiles. Si la primera
parte sorprendía por su (hasta cierto punto) ingeniosa propuesta y su estimulante
materialización, esta segunda parte muestra una complacencia casi total con las
premisas de aquella así como un desarrollo bastante convencional, si bien el
contenido gore crece
considerablemente. Una vez más, se asienta el dicho de que (habitualmente) segundas partes
nunca fueron buenas.
miércoles, 18 de julio de 2012
El quimérico inquilino
3.5*
Trelkovsky, un pusilánime y
anodino oficinista, alquila el apartamento de una mujer que se acaba de
suicidar. Poco a poco, irá presenciando fenómenos cada vez más extraños, en un
ambiente progresivamente paranoico, lo cual irá poniendo en peligro su salud
mental y su propia identidad. Sorprendente producción de Roman Polanski,
temáticamente situada entre Repulsión
y La semilla del diablo, sobre una
novela del ya de por sí extraño Roland Topor pero con un finísimo y persistente
sentido del humor, además de esa obsesión sexual que salpica la filmografía
entera del director polaco. Nada que ver, por tanto, con El baile de los vampiros o Tess,
esos intentos de hacer pasar por normal el particular universo perturbado del
director. La película comienza (y acaba) con un travelling asombrosamente estilizado, que recuerda al de Hitchcock
de La ventana indiscreta y a uno
famoso de Dario Argento. Por su parte, el propio Polanski se reservó el
kafkiano papel protagonista y Shelley Winters, francamente, se fusiona perfectamente con la huraña portera que interpreta. A destacar la fotografía plomiza
del bergmaniano Sven Nykvist (muy apropiada a la atmósfera, al ambiente de la
historia y al propio clima de París), la interpretación de Melvyn Douglas así
como múltiples aciertos visuales y de puesta en escena, como los distintos
puntos de vista, la escena de la botella de agua o la del baño. En conclusión: una de las mejores películas de su director.
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Roland Topor,
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Thriller
domingo, 15 de julio de 2012
Mis 5 imprescindibles de Ernest Borgnine:
-
Marty (1955), de Delbert Mann.
-
Los vikingos (1958), de Richard Fleischer.
-
Grupo salvaje (1969), de Sam Peckinpah.
-
Sunday in the Country (1974), de John Trent.
-
1997 rescate en Nueva York (1981), de John
Carpenter.
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Los vikingos,
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Richard Fleischer,
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Sunday in the Country
jueves, 12 de julio de 2012
La caja de las sorpresas
3*
Agradable producción
británica, de mediados de los sesenta, dirigida por un desconocido Bryan Forbes
e inspirada en la estupenda novela de Robert L. Stevenson del mismo título. La
historia gira en torno a los enredos que se suceden como consecuencia de una Tontina establecida tiempo ha y para la
que sólo quedan dos posibles ganadores, lo que la emparienta con esa maravilla
de la Ealing que es Ocho sentencias de
muerte. Algo confusa en su desarrollo, la película se sigue con interés por
su excelente terceto protagonista (Ralph Richardson, Michael Caine, John
Mills), por múltiples aciertos cómicos, por un entretenido juego de confusión
de cadáveres y por una maravillosa galería de estrambóticos personajes
secundarios (como el mayordomo, el doctor Pratt –un genial Peter Sellers- o el
inspector de policía), aunque el montaje flaquea en ocasiones (especialmente al
final, en la escena con los distintos cortejos fúnebres). Solvente ambientación
victoriana y uno de los primeros papeles del luego célebre Dudley Moore.
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martes, 10 de julio de 2012
El sanatorio de la clepsidra
3.5*
Alucinada y
barroca producción polaca, de 1973, fiel al estilo de su director, Wojciech
J. Has, que sigue la línea glorificada en su obra maestra El manuscrito encontrado en Zaragoza, en cuanto a la concepción del
argumento se refiere (enmarañado, laberíntico, poliédrico), pero también en cuanto a la
puesta en escena, a la composición de los planos, al movimiento de cámara y a
las interpretaciones, absolutamente entregadas. La trama es de una riqueza y de
una ambigüedad admirable, si bien no es apta para toda clase de espectadores, como el Malpertuis de Jean Ray.
Cuenta la historia de un hombre que llega a un extraño y decrépito sanatorio
donde se encuentra convaleciendo su padre. A partir de esta premisa, se sucede
toda una serie de escenas y espejos, en los que se mezcla la realidad, la
fantasía y lo onírico, en busca de sentido, en busca de una representación
adecuada del tiempo, para lo cual Has confecciona un buen puñado de elaborados
planos secuencia. Con una mezcla surrealista y carnavalesca de motivos y de temas (propia de la
visión cabalística y kafkiana del mundo) así como con referencias bíblicas, la
película cuenta con una riqueza visual y simbólica que puede llegar a desconcertar,
como cuando se contempla El viaje de
Chihiro. En este sentido, hay que recordar la imaginería del autor de la novela original, Bruno Schulz. En especial, los frescos que realizó en la casa de Felix Landau, su protector nazi. Por su parte, autores como Terry Gillian han sentido fuertemente la influencia de esta clase
de cine.
lunes, 9 de julio de 2012
Hasta que llegó su hora
4*
Segunda cúspide
estilística del western de Leone,
tras la hipnótica trilogía del dólar (especialmente tras El bueno, el feo y el malo) y poco antes de esa espléndida e
incomprendida recreación de los ideales revolucionarios que fue ¡Agáchate maldito!. En todo caso, supone
el comienzo de su segunda trilogía fílmica, la más madura: esta vez centrada en la historia de
los EE.UU. de América, especialmente en la ambición, avaricia e inmoralidad que
ha hecho posible el desarrollo capitalista del país. Corría el año 1968, Sam
Peckinpah había estrenado Mayor Dundee
sólo 3 años antes y, además, el estreno de Los
Profesionales estaba reciente. Pero nadie esperaba este puñetazo de Leone. Ni el de Grupo Salvaje del año siguiente. Una
de las características principales de la película es el protagonismo de la BSO,
compuesta por el habitual Ennio Morricone: varios cortes diferenciados que
anteceden o definen a un protagonista. Otras dos son la fidedigna ambientación
y la brillante reutilización de distintas localizaciones clásicas del género, como el Monument Valley. Excelentes
caracterizaciones de Henry Fonda, Jason Robards y Charles Bronson, revoloteando
alrededor de una magnética Claudia Cardinale, que consigue catalizar todo un
sofisticado juego de venganzas. Sin embargo, la película muestra una cierta
complacencia estética y un indiscutible paroxismo en la puesta en escena, en la
duración de los encuadres y en el abuso de una de las marcas de la casa, el primer
plano. Por todo ello, la historia se extiende innecesariamente hasta los 165’,
de tanto que Leone retuerce el tiempo a su antojo y conveniencia (de ahí la presencia constante de relojes). Sin embargo,
como experiencia visual, más allá de
sus errores y excesos, la película es apabullante y su influencia posterior enorme
(pensemos, por poner un solo ejemplo, en los interiores de El jinete pálido). Si el espectador se fija bien, estamos ante una nueva versión de El bueno, el feo y el malo.
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domingo, 8 de julio de 2012
Las aventuras de Jeremías Johnson
3.5*
Hay dos formas de hacer un alegato sobre la libertad y la vida en la naturaleza: sin concesiones o con ellas. Sidney Pollack rodó estas aventuras de la primera de esas dos formas (como hizo Sidney Hayers en The Trap, Kurosawa en Dersu Uzala y Sean Penn en Hacia rutas salvajes), para contar la historia de un viaje interior, el del protagonista. Jeremiah Johnson (Robert Redford) es un soldado de la Unión que, acabada la Guerra Civil y cansado de la civilización, se adentra en las Rocosas para intentar vivir en comunión con el lado salvaje pero hermoso de la realidad. En los inicios de su aventura, trabaja como trampero, conoce a varios personajes de las montañas y, posteriormente, construye una cabaña donde intenta echar raíces con una familia ad hoc, hecha de retazos circundantes. Sin embargo, poco a poco, va adentrándose en una venganza despiadada contra una tribu india. De las innumerables virtudes del film, hay que resaltar especialmente la fotografía de Duke Callaghan (muy similar a la de El camino de la venganza, también dirigida por Pollack), la interpretación del propio Redford y el guión del siempre inquieto John Milius (quien, por cierto, rescataría alguna idea para su Amanecer Rojo). Feroz alegoría sobre el valor de la individualidad humana (con sus egoísmos y sus necesidades), uno de los pilares sobre los que se ha levantado el país de las oportunidades. Por cierto, al parecer, del guión escrito por Milius, solo se rodó un 60%.
Hay dos formas de hacer un alegato sobre la libertad y la vida en la naturaleza: sin concesiones o con ellas. Sidney Pollack rodó estas aventuras de la primera de esas dos formas (como hizo Sidney Hayers en The Trap, Kurosawa en Dersu Uzala y Sean Penn en Hacia rutas salvajes), para contar la historia de un viaje interior, el del protagonista. Jeremiah Johnson (Robert Redford) es un soldado de la Unión que, acabada la Guerra Civil y cansado de la civilización, se adentra en las Rocosas para intentar vivir en comunión con el lado salvaje pero hermoso de la realidad. En los inicios de su aventura, trabaja como trampero, conoce a varios personajes de las montañas y, posteriormente, construye una cabaña donde intenta echar raíces con una familia ad hoc, hecha de retazos circundantes. Sin embargo, poco a poco, va adentrándose en una venganza despiadada contra una tribu india. De las innumerables virtudes del film, hay que resaltar especialmente la fotografía de Duke Callaghan (muy similar a la de El camino de la venganza, también dirigida por Pollack), la interpretación del propio Redford y el guión del siempre inquieto John Milius (quien, por cierto, rescataría alguna idea para su Amanecer Rojo). Feroz alegoría sobre el valor de la individualidad humana (con sus egoísmos y sus necesidades), uno de los pilares sobre los que se ha levantado el país de las oportunidades. Por cierto, al parecer, del guión escrito por Milius, solo se rodó un 60%.
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