Matrix nos mostró
lo fácil que puede ser aprender Kung Fu
si se pudiera implantar una técnica de combate mediante la instalación de un
programa informático en el cerebro. Sin embargo, inexorablemente, las artes
marciales requieren disciplina y años de práctica. La cultura milenaria china conoce
muy bien este hecho y, por eso, abundan las películas que narran los distintos
pasos en la adquisición de dicho arte. Chia Liang Liu, prolífico actor y stunt coordinator de la productora de
los Hermanos Shaw, regaló a los fans del género esta historia sobre un
aspirante a monje guerrero Shaolin, que se encuentra en lucha contra los
Manchús de Cantón. La primera hora es un tanto convencional pero la segunda
parte, que muestra las distintas fases del entrenamiento del protagonista (de
ahí el título) y la materialización de su venganza, es tremendamente atractiva
y poderosa. Además, el sentido del humor hace presencia en las ocasiones
pertinentes. La historia cuenta con el protagonismo del legendario Gordon Liu,
hermano adoptivo del director y conocido por su papel de Pai Mei en Kill Bill Vol. 2, y con extraordinarias
coreografías, como es habitual en los films
de los productores hongkoneses, que, además, están rodadas con elegancia y
respeto, es decir, alargando las tomas y las escenas y sin hacer un uso
ilegítimo del montaje. En este sentido, la utilización del Shaw Scope es apropiadísimo. Para terminar, la película abunda en
el uso mágico de los decorados, como en la maravillosa The Wandering Swordsman, del gran Chang Cheh, aunque los exteriores
decepcionan por su falta de espectacularidad.
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