martes, 10 de julio de 2012

El sanatorio de la clepsidra

3.5*
 
Alucinada y barroca producción polaca, de 1973, fiel al estilo de su director, Wojciech J. Has, que sigue la línea glorificada en su obra maestra El manuscrito encontrado en Zaragoza, en cuanto a la concepción del argumento se refiere (enmarañado, laberíntico, poliédrico), pero también en cuanto a la puesta en escena, a la composición de los planos, al movimiento de cámara y a las interpretaciones, absolutamente entregadas. La trama es de una riqueza y de una ambigüedad admirable, si bien no es apta para toda clase de espectadores, como el Malpertuis de Jean Ray. Cuenta la historia de un hombre que llega a un extraño y decrépito sanatorio donde se encuentra convaleciendo su padre. A partir de esta premisa, se sucede toda una serie de escenas y espejos, en los que se mezcla la realidad, la fantasía y lo onírico, en busca de sentido, en busca de una representación adecuada del tiempo, para lo cual Has confecciona un buen puñado de elaborados planos secuencia. Con una mezcla surrealista y carnavalesca de motivos y de temas (propia de la visión cabalística y kafkiana del mundo) así como con referencias bíblicas, la película cuenta con una riqueza visual y simbólica que puede llegar a desconcertar, como cuando se contempla El viaje de Chihiro. En este sentido, hay que recordar la imaginería del autor de la novela original, Bruno Schulz. En especial, los frescos que realizó en la casa de Felix Landau, su protector nazi. Por su parte, autores como Terry Gillian han sentido fuertemente la influencia de esta clase de cine.

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