jueves, 26 de julio de 2012

La isla desnuda

3.5*

Puede ser absurdo que un matrimonio de agricultores japoneses, con dos hijos, vivan solos en una isla. Puede parecer absurdo que, rodeados de agua, vayan a por ella a la costa, una y otra vez, para regar sus cultivos. Puede parecer absurdo, también, la forma en que conviven y se relacionan. Y puede parecer absurdo que alguien se moleste en contar esta historia. Pero si el director es Kaneto Sindô, el resultado es una maravillosa narración autobiográfica, feroz y emotiva a un tiempo, que se sostiene exclusivamente gracias a la calidad y a la calidez de las imágenes, así como a una BSO de Hikaru Hayashi deliciosa y contagiosa. La expresividad de los actores, un poderoso e invisible guión y el dramatismo de algunas escenas consiguen dar voz a este poema visual, sin diálogo alguno, que comienza perezosamente pero que asciende hasta alcanzar el lugar donde se quedan los recuerdos. Y consigue quedarse ahí por mucho tiempo. Nada que ver con la película de mismo título dirigida por Boots Plata en 1984 ni con la novela autobiográfica de Russell Braddon.




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