Amer, de Hélène Cattet y Bruno Forzani, es un
esfuerzo fílmico por resumir y sublimar los elementos más habituales del giallo, especialmente a partir de su
manifestación más popular y conocida, es decir, a partir de la obra de Dario
Argento. Amer es, por tanto, un giallo abstracto y surrealista que
intenta encapsular en su metraje todo un subgénero. Por eso, está repleto de
texturas musicales y sónicas, así como de los resortes argumentativos y
visuales (de luz y de color) característicos de la forma giallesca de pulsar el miedo. Además, Amer está repleto de imágenes recurrentes en la estética del
marido de Daria Nicolodi, en particular de Suspiria,
Rojo profundo, Tenebre y Phenomena, aunque
también hay elementos de los códigos visuales de la obra de Mario Bava, Francesco Barilli o de
Luigi Bazzoni, por poner tres ejemplos: el más respetado, el más oscuro y el más experimental.
De hecho, la película está dividida en tres segmentos, protagonizados por tres
mujeres de distintas edades y, en cada uno de ellos, prima el espectro de uno
de los creadores mencionados. Amer
está en la línea, por tanto, de una corriente de nuevos giallo que están invadiendo el mercado europeo con mayor o menor
fortuna (como Berberian Sound Studio,
de Peter Strickland; Masks, de Andreas Marschall; Last Caress, de François Gaillard y
Christophe Robin; Sororal, de Sam
Barrett; o Nervo Craniano Zero, de
Paulo Biscaia). En todo caso, como divertimento estilístico es una maravilla
pero como producto cinematográfico reclama una enorme complicidad del
espectador, el cual debe estar acostumbrado a todos los temas y motivos
presentes en el film, no para poder
disfrutarlo pero sí para poder valorar el enorme esfuerzo de síntesis que han
hecho sus creadores.
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