Un personaje de la novela Cuerpos extraños, de Cynthia Ozik, sostiene que conocer los misterios
y los entresijos del cine es una perfecta inutilidad. Y para el caso de las
películas del director favorito de Orson Welles podría ser con más razón: pues entretienen
y funcionan a la perfección sin necesidad de análisis alguno. En todo caso, aquí
va esta PastillaCrítica. Ethan Edwards (John Wayne), un errante soldado
confederado, regresa a su hogar en Texas 3 años después de acabada la Guerra de
Secesión. Al poco de llegar, su familia es asaltada por los comanches y se
lanza a la búsqueda de su joven sobrina, a la que creen única superviviente del
ataque. La búsqueda, que le ocupará varios años, poco a poco, se irá
transformándo en una auténtica odisea. La vida en Monument Valley, mientras
tanto, sigue su curso. John Ford construye un western dramático sobre el racismo, la obsesión y el odio a
base de decenas de pequeños detalles, casi imperceptibles para el tradicional
epectador del género. Con algunos ligeros errores narrativos, de montaje y de
continuidad, el film tiene la
grandeza de la imperfección. Maravillosa en sus aspectos técnico-artísticos
(excelente fotografía de Hoch y con una BSO de Max Steiner que abraza a la
historia como un buen amante), el argumento se desarrolla tan retorzidamente como
la mente y el corazón del protagonista, un auténtico centauro del desierto, por
la cantidad de tiempo que pasa subido a su caballo. Los 120’ de película están
salpicados con emotivos, festivos y musicales momentos, como es habitual en el
cine del maestro, así como con esporádicos destellos de humor, todo fusionado
con una sabiduría y con una pulcritud estética admirable. Por otro lado, los
aspectos éticos son tan ricos y complejos como la propia interpretación de
Wayne, con seguridad una de las mejores de su carrera, de una aspereza que
convence, de una contención que admira. Por cierto, la ínclita editorial Valdemar tiene una excelente versión de la novela original, de Alan Le May, en su colección Frontera.
Mítica obra maestra de este director y probablemente uno de los más grandes westerns en la historia del cine. No en vano muchos directores reconocen su influencia. Por cierto, muy curiosa tu cita de Cynthia Ozick. Me ha hecho pensar. Yo opino algo parecido pero sobre las obras de arte en general. Uno de mis cuentos favoritos de la autora es “The Shawl”.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Anónimo! La verdad es que estoy totalmente de acuerdo con lo que dices y, además, te agradezco mucho la referencia al cuento de The Shawl. Voy a intentar leerlo en cuanto pueda. De todas formas, cuando tratas mucho a una persona (cuando conoces su vida, sus amigos, su familia, sus gustos, sus proyectos, sus esperanzas y sus miedos), normalmente tendemos a apreciarla más porque la entendemos mejor. Algo parecido ocurre con el arte, no te parece? Muchas gracias de nuevo y un fuerte abrazo!
ResponderEliminarPara aclarar mi anterior comentario y simplificar un poco un debate que puede ser interminable voy a considerar que hay tres grandes fuentes para conocer los entresijos de una obra: (1) el contexto político, social y cultural de la creación de la obra. Estoy de acuerdo que conociendo el romanticismo se entiende mejor y se disfruta más de una novela gótica, por ejemplo. (2) el punto de vista técnico, por llamarlo de alguna manera, que conocen críticos literarios y de cine, y que, por supuesto contribuye a la apreciación de la obra. (3) incorporar la biografía del autor a la interpretación de la obra. En mi modesta opinión esta ultima fuente de información es la más accesible para el gran público ya que aporta anécdotas fáciles de comprender y fáciles de relacionar con la interpretación. No estoy de acuerdo contigo, Zineface. Hace ya tiempo Roland Barthes escribió "The Death of the Author", ensayo, con el que sí estoy completamente de acuerdo. Como sabiendo que Vermeer van Delft tuvo quince hijos y pintaba un promedio de sólo dos cuadros al año te ayuda a comprender su aportación al arte? Y que hacemos cuando se sabe poco o nada de un autor como Thomas Pynchon y que sin embargo es uno de los novelistas norteamericanos más importantes del siglo XX? Disfruto de tus pastillas críticas y espero la siguiente. Un abrazo
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ResponderEliminarInmejorable resumen! Totalmente de acuerdo En realidad, desde la propia pastilla sobre Centauros del desierto hasta este penúltimo comentario, todo este diálogo, además de enriquecerme, es pura ironía. No hace falta conocer para apreciar pero conociendo apreciamos mejor. Mi comentario sobre la persona era simplemente una comparación: si conoces más a una persona, probablemente la apreciaremos más, en la misma medida que si conoces mejor una obra, a través de sus "3 grandes fuentes" (como tú las llamas, muy acertadamente), probablemente la apreciarás más (no la tienes por qué disfrutar más, eso sí que parece indudable). De todas formas, ¿estás seguro/a de que esa capacidad para procrear no nos ayuda a comprender la obra de Vermeer? ¿O que esa voluntad de ocultación no se funde, coherentemente, con la dificultad de asir el significado de la obra de Pynchon? ¿Acaso el pensamiento monárquico de Baudelaire no nos ayuda a comprender sus posiciones estéticas? ¿O esa personalidad arrolladora que vivió en Big Sur no constituye EL personaje fundamental de la obra entera de Henry Miller? ¿No nos orienta en la apreciación de la obra de Dickens conocer su ordenada forma de vida burguesa? Y, hablando de cine, ¿no crees que, por ejemplo, la personalidad esquizoide de Martin Scorsese tiene un reflejo profundo en la primera mitad de su obra, por lo menos? En fin, los ejemplos podrían multiplicarse pero, en todo caso, me alegro de formar parte de un debate tan apasionante. Miles de gracias por tus palabras y Zineface espera estar a la altura de tu capacidad de disfrute! Un abrazo gigante.
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