Ejemplo señero de lo que podríamos calificar como giallo metafísico, una mezcla de literatura borgeana y Leonardo Sciascia, por ejemplo.
Alice Campos (Florinda Bolkan), una traductora que tiene un sueño recuerrente
en el que un astronauta es abandonado en la luna, se levanta una mañana y, al
llegar al trabajo, descubre que no recuerda lo que le ha pasado los tres días
inmediatamente anteriores. En la cocina de su casa encuentra una postal hecha
pedazos, con una fotografía de un hotel, el Garma, lo cual le resulta un
autentico misterio. Decide ir a descubrir qué ha podido haber pasado y por qué
ha olvidado esos 3 días de su vida. Lo que encontrará detrás de su amnesia (mezclada con sus pesadillas) será una mezcla de
cordura y esquizofrenia, algo que pondrá a prueba los hilos que
todavía la mantienen en contacto con la realidad. Le Orme muestra claros antecedentes con el mundo onírico
y desquicidado de David Lynch, con el mundo de Roman
Polanski y, en menor medida, con el de Robert Altman (por lo menos con el de la
época). Curiosamente, las escenas de ciencia ficción
que, en su momento, debieron parecen muy futuristas (aunque estaban rodadas con
el estilo sepia-socialista de un Tarkovski, por ejemplo), ahora forman parte del
lado más retro del film. Por su
parte, la parte normal de la película es, ahora, la más moderna. Convincente
interpretación de Florence Bolkan y curiosa aparición de Klaus Kinski, como el profesor
Blackman. Excelente desarrollo de la intriga (a base de continuos y
sorprendentes detalles, algunos de los cuales, sin embargo, son un tanto
previsibles), localizaciones maravillosas, fotografiadas con una compleja
variedad cromática y luminosa por parte de un Vittorio Storaro pocos años antes
de aterrizar en Hollywood (entre El
último tango en París y Novecento)
y un trabajo de dirección exquisito que, además, desarrolla su papel semántico a
la perfeccion (atención, por ejemplo, a la doble escena en el embarcadero).
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