Obra maestra del surrealismo español, dirigida por un
Luís Buñuel casi en pañales pero repleto de muchas de las constantes de su
posterior filmografía. De hecho, salvo el anticlericalismo, casi todas sus
obsesiones están en estos pocos minutos de cine experimental pero narrativo,
absurdo pero naturalista, burgués pero subversivo, y en el cual se encuentran, por otra parte,
muchas de las ideas e imágenes que películas posteriores harían mundialmente famosas (como la oreja de Terciopelo
Azul, la mariposa de El silencio de
los corderos o la boca sellada de Matrix,
por poner solo algunos de los más populares ejemplos). Buñuel se sirve del cine mudo como vehículo visual para dar rienda suelta a su imaginación, a su inconsciente y a sus
sueños. Y lo hace a través de una historia simbólica que dinamita varias
convenciones estéticas y morales y que, en el fondo, no es sino un “apasionado
llamamiento al crímen”, en palabas del propio calandés. Además, no faltan oportunas
referencias a las pulsiones de la época y al ambiente donde el director
aragonés se formó: la piscología freudiana, la poesía surrealista, la
imaginería daliniana, la fascinación del horror, referencias a García Lorca, a la
música de Wagner, etc. De obligado visionado para todos aquellos que quieran aprender
a valorar el cine contemporáneo en su justa medida: es decir, comparándolo con sus ascendientes.
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