Dedicada a Pilar Mera |
Howard Hawks decía que una película, una motion picture, debía ser, ante todo, motion, es decir, movimiento. Y tanto si
se rueda una comedia, un western o un
drama hay que entretener al espectador introduciéndole en la historia con
detalles reconocibles y cercanos, con personajes de verdad y con diálogos reales. Si, además, se introduce una trama con suspense, que despierta la
curiosidad y el interés del público, la receta está completa. En esto, el
director de La fiera de mi niña, era un
auténtico especialista, como lo demuestra en este pequeño clásico del cine de aventuras. La historia gira en torno a una empresa de mensajería aérea que
realiza sus servicios entre Barranca, una ciudad portuaria en el Pacífico, y
las peligrosas montañas de los Andes. Geoff Carter (Cary Grant), el gerente, un
hombre indómito, debe manejar los negocios de la empresa mientras se enfrenta a
los problemas personales, económicos y amorosos de los pilotos y de la gente
que le rodea. Y a los suyos también. En este film, Hawks, que intimó con todos los géneros posibles, recupera un
motivo parecido al de Lord Jim de
Joseph Conrad, sobre un hombre que debe redimirse de su pasado. Y lo hace en
ese contexto de amistad y camaradería viril que tanto frecuentó en su filmografía y
que tan buenos réditos artísticos le proporcionó (tanto desde el punto de vista
ético como cinematográfico, transformándose en un experto en los retratos de grupo). Por cierto, Hawks introduce una historia de amor (con una difuminada
Jean Arthur) y memorables escenas de acción.
La Columbia proporcionó el
equipo técnico y artístico que necesitaba (Jules Furthman, Joseph Walker, Dimitri Tiomkin, entre otros)
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