miércoles, 11 de septiembre de 2013

La caída de los dioses

3.5*

Luchino Visconti, el conde de Lonate Pozzolo, fue uno de los grandes sibaritas de la historia del cine, hasta el punto de ser uno de los directores más manieristas del séptimo arte, especialmente en Italia. Sus intereses cambiaron desde las pautas marcadas por el neorealismo de los cuarenta y los cincuenta (La tierra tiembla o Rocco y sus hermanos) al retrato de las clases sociales más ricas, poderosas y aristocráticas (El Gatopardo o El inocente). Pues bien, dicho esto, si el espectador quiere conocer el pasado nazi de Alemania, una propuesta insoslayable sería acudir al cine de Rainer Wender Fassbinder. En concreto, a Lili Marleen o a Desesperación, por ejemplo. Aunque también hay una evocación del Tercer Reich en Berlin Alexanderplatz o en La ansiedad de Verónica Voss. Sin embargo, debería completar su visión con la obra de Visconti, especialmente con esta película. Lo primero que hay que saber es que tanto la idea como el guión son del propio director. La historia trata sobre el ascenso y el declive de una familia de vieja alcurnia prusiana, los Von Essenbecks (algo así como un trasunto de la familia Krupp), propietaria de la principal acería del país, en tiempos nacionalsocialistas (es decir, en esos extraños tiempos en los que el capitalismo de estado funcionaba con la connivencia de la iniciativa privada). La mirada del director pretende diseccionar las ambiciones y las obsesiones de esta familia, que colaboró con los nazis en la industria armamentística y que, tras varios conflictos y desaveniencias internas, terminó por sucumbir, tanto económica como moralmente, bajo la bota nazi pero también por la violencia espoleada por la propia ambición personal. La cámara no se queda quieta, se mueve constantemente por la trama, acercándose a los personajes, alejándose, dando vueltas alrededor de ellos, siguiéndoles, lo cual llega a hacerse muy explícito según avanza la trama y, por tanto, llega a revelar su naturaleza artificial. Sin embargo, el film resiste, en parte, el paso del tiempo y se alza como una afilada radiografía de la época.




No hay comentarios:

Publicar un comentario