El mismo año en que Centauros del desierto cobró vida en las pantallas de todo el mundo,
Delmer Daves estrenaba una de sus mejores producciones, con el protagonismo de cuatro
actores de carácter: Glenn Ford, Rod Steiger, Charles Bronson y Ernest Borgnine,
quien acababa de protagonizar la estupenda Marty.
Además, el film cuenta con la
presencia de Valerie French y del siempre torvo Jack Elam. El argumento es muy
sencillo: Jubal, un atormentado cowboy, llega a un rancho donde enseguida
entabla amistad con Shep, el rudo propietario, mientras que la hermosa mujer
del mismo comienza a seducirlo, causando que Pinky, su anterior amante,
comience a sentir celos de Jubal y envidia de su reciente éxito en la finca,
con resultados bien trágicos. Es decir, el argumento es una versión actualizada
del Othello shakesperiano aunque
ambientada en la boscosa Wyoming y en la vida de frontera. Por ello, lo
importante en la película es más la disección de los traumas y deseos de los
personajes que las acciones que realizan y las consecuencias de las mismas.
Aunque éstas, a la postre, también son importantes, como corresponde a todo Western que se precie de ese nombre. La
novela original, por cierto, es obra del reputado Paul Wellman, autor de historias
tan potentes como las de Apache o Los comancheros. La puesta en escena es compacta
y robusta como una res, la fotografía captura con enorme belleza los hermosos
paisajes naturales que abrazan la historia y la música empuja a toda la
narración con esa sutileza propia de las mejores partituras. En definitiva, un Western tan redondo y entretenido como
desconocido.
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