Años antes de que Allan Moore asombrara al mundo con From Hell y sus postmodernas
reflexiones sobre la historia y la ficción, Alex Cox presentaba su irredenta y
nada convencional sátira de la política expansionista USAmericana. Y lo
hacía con la excusa de reconstruir visual y narrativamente un episodio del
pasado reciente de su país. William Walker, un filibustero nacido en Nashville, puso su vida y sus inmortales al servicio de diversas
campañas de anexión y dominio en beneficio de los EE.UU. De hecho, la película
comienza con su abortada campaña militar en Sonora, territorio mexicano. Pero
el film se centra en la narración de
sus diversas campañas mercenarias en Nicaragua, bajo la mirada atenta de
Cornelius Vanderbilt y las élites locales. Cox apoya su experimento
historiográfico en un guión sarcástico e irónico del autor de Pat Garret y Billy el niño y El regreso, dos películas con las que Walker tiene varios puntos en común, y
no solamente en el plano intelectual sino también en la puesta en escena, en la
técnica cinematográfica y en la música. Robert Rosenstone escribió que Walker subvierte las convenciones del
cine histórico tradicional y, al mismo tiempo, ofrece una representación más
compleja y crítica que las trilladas manifestaciones fílmicas que sobre el
pasado se estrenan continuamente. De hecho, no por casualidad, es una de las
películas favoritas de uno de los más respetados expertos en el estudio de las
relaciones entre la historia y el cine. Nada menos.
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