Mítica creación postapocalíptica, rodada en las
antípodas por un cuasi debutante George Miller que, irónicamente, años más
tarde, sería conocido por manufacturar universos fílmicos como Babe, el cerdito valiente o Happy
Feet. En un mundo destruido por la guerra nuclear, un selecto pero paranoico
grupo de agentes de la ley intenta mantener los últimos vestigios de paz y
orden (es decir, de civilización) en los desiertos australianos, metáfora de un
mundo colapsado. Entre ellos, se encuentra Max Rockatansky, un policía que
conduce el archienvidiado Interceptor
(un Ford Falcon XB), con el que persigue a toda clase de rateros y asesinos
motorizados, como el Loco de la carretera. Con una estética feísta y un tanto
retrogay, el film escudriña la
naturaleza humana en los límites de la mera supervivencia y la locura y reelabora
un mito contemporáneo: el del antihéroe en busca de venganza. Excelentes
escenas de acción y un toque melancólico redondean una propuesta que tendría
dos continuaciones, la segunda de las cuales es realmente interesante. Además,
daría pié a todo un ciclo de imitaciones, como El exterminador de la carretera, de Giulano Carnimeo, aunque, a su
vez, la inspiración de la película parece provenir de 2024: Apocalipsis nuclear, ese extraño film rodado por L.Q. Jones, actor habitual en la filmografía de Sam
Peckinpah. O, incluso, de los oscuros Glen
and Randa y No Blade of Grass.
Esta película me impresionó en su momento, pero ahora no volvería a verla. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Anónimo. La verdad es que no hace falta verla de nuevo. Si te impresionó en su momento, te puedes quedar con esa impresión, más que nada porque, ahora, seguro que no te impresiona tanto. Un abrazo también para ti.
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