Decía Jean Austen que las
tonterías dejan de serlo cuando son realizadas por gente sensible que actúa de
forma atrevida. Pero si las personas no son sensibles, sino sensibleras, y no
son atrevidas, sino engranajes de una máquina diseñada para enternecer, las
tonterías quedan al descubierto. Y esto es lo que es, con precisión, esta trillada película de redenciones y propósitos “buenrollistas” de Año Nuevo. Que, incluso,
tiene un discursito final. Y sus tomas falsas añadidas (sic). Y hasta un
enfermo terminal y una canción de “Jon Bovi”. Un elenco variopinto de estrellas
hollywoodienses viven unas cuantas historias, algunas entrecruzadas, durante
las últimas horas de la Nochevieja del año 2012. Hay para todos los públicos y
para todas las edades así que cientos y miles de espectadores se podrán ver
representados. Como con la paparruchada esa de Pretty Woman. Pero muchos personajes, muchas situaciones y un buen puñado de
diálogos y conversaciones son de lo más ramplones, manidos y pedestres.
Folclore navideño, vamos. De hecho, no sería de extrañar que, cada 10 o 15
minutos de visionado, buena parte del público piense que estamos ante uno de
esos productos prefabricados que te venden y que te envuelven con mil y un
pliegues de papel y con mil y un lacitos de colores en esos templos de consumo
que son los centros comerciales en Navidad. Un producto que huele bien, que
brilla con su purpurina, que alegra la vista del consumidor pero que no tiene mucha sustancia por dentro. Algo así como uno de esos anuncios de neón que
adornan Times Square.
No hay comentarios:
Publicar un comentario