Sin lugar a dudas, una de las más
fascinantes road movies del cine
USAmericano contemporáneo, un puro y desgarrado canto al motor de explosión, a
Detroit y a la vida en la carretera. El mismo director, Monte Hellman, monta
con precisión mecánica esta historia mínima pero que, en pantalla, funciona
como uno de esos anuncios de Marlboro
o Coca-Cola de la avenida Madison. Es
decir, como un commercial sobre la
libertad. Pero la película tiene otra lectura. Si el progreso de un país se
mide por la relación que ha creado entre su capacidad tecnológica y sus
costumbres morales, Two-Lane Blacktop
funciona como una terrible metáfora del vacío existencial que asola a esa “pesadilla
con aire acondicionado” de la que hablaba Henry Miller. En todo caso, de forma
hipnótica y con una intriga creciente, el espectador seguirá a varios locos de
las carreras, al conductor (James Taylor), al GTO (Warren “muscle car” Oates),
a la chica (Laurie Bird) y al mecánico (Dennis Wilson, ex Beach Boys y poseedor de uno de los mejores discos de Pop de finales
de los setenta, el Pacific Ocean Blue).
Como instantánea espiritual de una época gloriosa de nuestra historia reciente,
este film de 1971 se revela, con toda
su fidelidad y profundidad, como un canto arquetípico a ese nihilismo
desencantado que puede ser visto como el rasgo más importante de la década de los setenta (de forma similar a lo que hizo Punto límite: cero).
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