Se ha dicho muchas veces que, por
el amor de una mujer, uno puede hacer cualquier cosa. Como decía
sardónicamente, Oscar Wilde, “no hay nada como el amor de una mujer casada”. Especialmente
si tu mujer es tan hermosa como Agostina Belli. El “tercer Sergio”, Sergio
Sollima, abandona el terreno del Euro
Western para rodar un poliziesco en
coproducción italo-franco-alemana, en la línea de Ciudad violenta. Unos mafiosos sicilianos secuestran a la esposa
del subdirector de una cárcel con la intención de que éste permita la fuga de
un peligroso recluta. El subdirector, por su parte, cederá al chantaje pero se
intentará tomar la justicia por su mano, aunque lo que descubrirá no encaja con
lo que había estado pensando. Sollima monta un film complejo, con elementos del thriller y del cine carcelario y en el que destaca la corpulencia
bruta de Oliver Reed (que, por entonces, tenía serios problemas con el alcohol,
como su compatriota Michael Caine) así como el espigamiento varonil de Fabio
Testi, en un papel que consigue sacar buena parte de su paleta gestual y
corporal. En todo caso, Sollima sigue escarbando en su lectura del
comportamiento humano y urde una trama sofisticada por sus múltiples lecturas
políticas y morales, a semejanza de su obra maestra Cara a cara. Por su parte, y curiosamente, Morricone desarrolla una
partitura gris, sin garra ni personalidad, a partir de la melodía original del Für Elise de Beethoven. Es, con
probabilidad, el precio que el compositor romano hubo de pagar por su sobrecarga
de trabajo en la época. En 1972 (es decir, un año antes), Morricone llegó a
firmar más de 28 bandas sonoras, por ejemplo.
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