1972 y 1973 fueron dos buenos
años para el gran Burt Lancaster. Sin embargo, 1974 comenzaba con poco ímpetu
debido al rodaje de un telefilm
titulado El rey de Israel. Por eso no
es de extrañar el interés y el compromiso con el que Lancaster se introdujo en
este proyecto, hasta el punto de colaborar en el guión y en la dirección, junto
a Roland Kibbee. El argumento es bastante sencillo: un ex policía sale de la
cárcel en libertad condicional tras haber matado a su mujer. Un amigo suyo le
consigue un trabajo como vigilante en una Universidad privada. Pero, un día,
una estudiante es encontrada muerta y el vigilante sospecha que ha sido un
asesinato y comienza a investigar el misterio por su cuenta. De esta forma,
sobre una excusa argumental bastante sencilla, el desarrollo es un tanto más complejo
puesto que, según va investigando el protagonista, cada vez más personas están
implicadas en el caso, por uno u otro motivo. Uno de esos films desencantados, propios de la irredenta década de los setenta,
donde la inteligencia y la honestidad personal y profesional salen mal paradas
en un mundo copado por el egoísmo y la codicia, dos pilares básicos de este sistema
podrido en el que vivimos. De hecho, es curioso el ambiento elegido por el
guionista y el director para ambientar la historia (grabado en Carolina del
Sur, como recoge Ed Andreychuk en Burt
Lancaster: A Filmography and Biography): uno de esos Colleges USAmericanos con campus arbolado, residencias y demás
comodidades, donde incluso los profesores, entre clase y clase, buscan
satisfacer sus instintos más básicos. A la poco arriesgada dirección, Lancaster
añade una interpretación un poco mecanizada y un desarrollo un tanto tedioso y
confuso, todo lo cual jugó en contra del éxito de la película, hasta el punto
de condicionar el resto de la filmografía del actor, tal y como describe Kate Buford en su biografía Burt Lancaster: An
American Life.
No hay comentarios:
Publicar un comentario