En 1974, en pleno "destape cinematográfico", el protoadolescente Juan,
de 13 años, asiste a una escuela rural en un pueblo de Segovia (Pedraza), en
los últimos y agonizantes momentos del franquismo. Allí, se enamora de la hermosa
profesora Aurora (Ana Belén). Por su parte, un viejo republicano adinerado
(Fernando Fernán Gómez) decide volver al pueblo, tras su exilio de varias
décadas. Entre los tres individuos, libres y desprejuiciados, comienzan a
desarrollarse una serie de escenas que sugieren el amor imposible entre todos
ellos, a la manera de la modernísima Academia
Rushmore. Jaime de Armiñán se apunta al cine revisionista de los Saura, los
Borau, los Camus, los García Sánchez o los Chávarri de la época, un cine
necesario y valiente que recupera el debate sobre las consecuencias de la
Guerra Civil española, por un lado, y sobre las aspiraciones democráticas de
una pequeña (aunque significativa) parte de la población del país (la más meritoria),
por la otra. La película tiene cierta rigidez interpretativa, varios diálogos
forzados y algún que otro esquematismo en la composición de los personajes, que
llega a rozar el arquetipo, lo cual no es una deficiencia en sí misma salvo
porque choca con la intención naturalista del film. Aunque, bien mirado, flota sobre toda la trama una aureola
simbólica que disimula gratamente todos estos defectos. A este tenor, la película
es hermosa en sus intenciones y sugestiva en su desarrollo. Curiosa escena, por
cierto, en que se homenajea a Bienvenido,
Mister Marshall, con un Ferrandis imitando al gran José Isbert. Y es que el
cine no solo imita a la realidad sino que también se alimenta del propio cine,
fagocitándose a sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario