Primera incursión fílmica de ese
mito contemporáneo creado por Ian Fleming, James Bond, un agente británico al
servicio secreto de su Majestad que tiene que viajar a Jamaica (antigua colonia
inglesa) para investigar la desaparición de otro agente. Un malvado, el Doctor Julius
No, con manos mecánicas, es un mercenario renegado que no quiere trabajar ni
para el Este ni para el Oeste (es decir, ni para el Capitalismo ni para el
Comunismo), dinamitando así los presupuestos de la Guerra Fría. De hecho, el Doctor
No afirma trabajar para Spectra (SPecial
Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion), por lo
que, de hecho, estamos ante la primera aparición de esta icónica organización
del mal. Una organización que representa todo aquello que Bond combate. Un film alejado de esa espectacularidad banal,
propia de buena parte de la filmografía del personaje, y con pocas o nulas
escenas inverosímiles (de hecho, a Bond le pegan y le engañan varias veces),
aunque bien asentado en esa mezcla de cine de acción con espías, política
ficción y suspense, con el lujo adecuado, una adecuada presencia de mujeres hermosas
(estamos ante un producto para hombres) y la aparición de todo tipo de artilugios
tecnológicos. Un hito cinematográfico en su momento, incluso criticado por su
sadismo, pero que, en la actualidad, ha rebajado considerablemente su capacidad
para impresionar al espectador medio, tanto por el mero paso del tiempo como
por el desarrollo de la experiencia media del público.
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