¿Qué tienen en común Black Hole, Donnie Darko, los cómics de Daniel Clowes y la literatura de David Wong? Pues que son productos típicamente postmodernos, incrédulos ante los
grandes relatos de la modernidad, sea en su vertiente liberal o en su forma
marxista. En sus mejores logros, la postmodernidad ha desarrollado una
meticulosa y sofisticada metaficción transcultural y supragenérica, justo a finales
del siglo XX y comienzos del XXI. ¿Y por qué atrae a Don Coscarelli adaptar a
la pantalla la primera novela de Wong? Pues por una sencilla razón: porque comulga,
estética y argumentalmente, con su carrera cinematográfica previa (con la saga
de Phantasma y con Huba Be Pop especialmente). Estamos ante
un mix metaficcional repleto de
sugerencias y reflexiones, injertado entre las costuras de diversos géneros,
donde todo puede pasar, nada parece lo que es, nada es lo que parece y la
expectación y la sorpresa son constantes. Respecto del argumento y de la trama,
mejor no revelar nada al espectador curioso, que se acercará al film por recomendación, por conocimiento
de la obra literaria o de la del director o por simple y maravillosa coincidencia.
Una de esas películas que los aficionados al “ron de palo”, a la "cachiruza" y a la
"motta" disfrutarán de diversas y
creativas formas.
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