En pleno auge del slasher, J.S. Cardone estrenó este
curiosísimo exponente del género, ambientado en una isla (del estado de
Georgia) y con el protagonismo de dos parejas que deciden pasar unos días de
vacaciones, dedicándose a descansar y a pescar. Durante su estancia en la isla,
los visitantes sufrirán los ataques de lo que parece ser un psychokiller. Pero para terminar de
complicar el asunto, el director introduce un elemento sobrenatural. Una de las
jóvenes, artista para más señas, tiene unas pesadillas que parecen muy reales y
que parece, también, que adivinan el futuro. Así ha sido desde pequeñita. Y, de
hecho, uno de esos sueños siniestros, un cruel y extraño asesinato, le persigue
hasta la isla. Cardona rueda con un estilo límpido y sin grandes ostentaciones
estilísticas, salvo los planos picados y contrapicados, alargando la trama
mediante un ritmo parsimonioso, que pretende crear una conveniente atmósfera de
aislamiento y amenaza. Los asesinatos son relativamente cruentos, además de
sangrientos y sorprendentes, al igual que el catártico (y ambiguo) final. Pero
lo más destacable del film es que
parece contener el germen argumental de algunos éxitos posteriores del terror
contemporáneo, como de Pesadilla de Elm
Street o de Sé lo que hicisteis el
último verano.
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