Ascenso y caída de un hortera typical spanish, prototipo del ignorante
ambicioso que se movió en el ambiente de la cultura del pelotazo en la España
de los ochenta y de los noventa y, por extensión, un arribista (tipo el pijoaparte de Juan Marsé) pero sin
chicha ni limoná. Salvo por lo de “emprotrador” (en este sentido, atención a
las escenas de cama, en pareja y en trío). Un Bigas Luna muy venido arriba,
comienza a lamer las mieles del éxito con este film, que da rienda suelta a todas las obsesiones del director y
despliega una descripción despiadada de una época y de una forma de ver la
vida: la de la España del progre y la del pijo, dos estereotipos (tullidos
social y moralmente) que, sin embargo, se han encarnado en miles de individuos,
durante muchos años. Para mayor gloria del urbanismo descontrolado à la española. Javier Bardem apuntaló su
fama de actor de garra, entregando una interpretación contundente y fascinante,
poniendo la cara, el cuerpo y la chulería a Benito, un tipo de clase baja,
obrero y malestudiaó, que pretende
hacerse rico jugando al juego de la especulación urbanística en la costa
española. Para ello, tendrá que asociarse con mafiosos, con banqueros sin
escrúpulos, tendrá que dar braguetazas y tendrá que transgredir la legalidad,
además de someter a varias mujeres (Maribel Verdú, María de Medeiros y Raquel
Bianca). A grandes planos, en los que Luna intenta mostrar un retazo del
ambiente en el que se mueve Benito, el director contrasta con primeros planos
en los que se mueve la lujuria y el exhibicionismo desmedido de los
protagonistas. Finalmente, aunque el personaje de Bardem pueda atraer al
público más cañí (y, de hecho es así), Luna no esconde su fatuidad, su
vulgaridad y su patetismo. Y así finaliza la película.
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