Slasher cuasi casero, dirigido por y que trata sobre un grupo de
personas con problemas psicológicos que van a pasar unos días al desierto, para
hacer una especie de “terapia confrontativa”, sin saber que un asesino ronda
cerca. Incluso uno de ellos puede ser un asesino. Entre los personajes hay un
veterano del Vietnam, una ninfómana, un alcohólico, etc. Todos llevamos
máscaras y la mejor forma de quitarlas es poner a la gente entre la espada y la
pared. Eso por no hablar de los traumas infantiles, que pueden transformar a
las personas en psicópatas sociópatas. Con múltiples errores y defectos (de
guión, de ambientación, de actuación), el film
avanza sin pena ni gloria como una serpiente por entre las dunas, torrándose de
calor y sin ninguna dirección clara. De hecho, los asesinatos, por ejemplo, que
suelen ser uno de los principales reclamos de este tipo de cine, son
repetitivos a más no poder (casi todos son degollamientos o pinchazos estilo Tom
Savini). Con estos mimbres está elaborada esta cestita sanguinolenta y costrosa. Encima, se propone un jueguecito del whodunit de lo más curioso. Dirigida por Hal Freeman, un experto
creador de caspa porno direct to video.
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