domingo, 27 de noviembre de 2016

La llamada (Aka The Arrival)

3*

En 1972, Andrei Tarkovski estrenaba su lánguida adaptación de la novela se Stanislaw Lem, Solaris, una historia de ciencia ficción cuyo tema principal era la imposibilidad de la comunicación entre el ser humano y un planeta oceánico protoplasmático extraterrestre. Si ya es difícil comunicarse y traducir las experiencias ajenas, entre los propios seres humanos, desde luego que no es difícil imaginar el tremendo esfuerzo que supondría entablar una conversación con seres intergalácticos totalmente diferentes a los humanos. La NASA no cuenta con un C-3PO, eso está claro. Pues bien, esta es la premisa de la última película de Dennis Villeneuve y, en este sentido, el film no es original (a este respecto, léase, también, Empotrados, de Ian Watson). Pero sí es curioso el hecho de que desarrolle las implicaciones de la tesis de Sapir-Whorf (según la cual el lenguaje moldea nuestra forma de interpretar el mundo) hasta una interesante propuesta: entender el lenguaje de los extraterrestres implica ver el mundo como ellos, con sus particulares conmutaciones espacio-temporales. Para ello, el director desarrolla el siguiente argumento: 12 naves extraterrestres aparecen de repente en 12 lugares distintos de la Tierra, al margen del proyecto SETI, y el gobierno USAmericano contrata los servicios de un físico y de una experta traductora para intentar comunicarse con los “inmigrantes ilegales” de las naves. Poco a poco, la supremacía blanca comienza a entender el lenguaje de los extraterrestres, mientras que en el resto de los países las cosas comienzan a malinterpretarse, llegando a creer que los alienígenas han venido a suministrar un arma poderosa. La historia está contada desde el punto de vista Yanqui (como tiene que haber un “malo”, ¿qué mejor que un general Chino?) y eso lastra bastante los dos mensajes importantes del film: que la humanidad debe unirse en plan Star Trek, pero ya, y que lo importante en este mundo es amar, procrear y reproducirse, incluso con el futuro en contra. Sin embargo, lo interesante de la película es que, a pesar de su falta de originalidad y de su humildad conceptual y de desarrollo (poca grandilocuencia en la implicación Yanqui en el asunto, una nave minimalista, un diseño xenomórfico neblinoso, insistencia obsesiva en los problemas lingüísticos, poca acción, el protagonismo de tres actores que incluso aparecen “feos”, una BSO calcada del cuarteto 132 de Beethoven, etc.), destila una atmósfera más que digna para la reflexión filosófica, un clima que consigue, por lo menos ligeramente, trascender sus premisas y, sobre todo, consigue resonar en el espectador, pese a ese final confitado y pequeñoburgués. De hecho, la historia parece pergeñada desde el principio para acoplar a dos solteros disfuncionales. En definitiva, un argumento que podría haber firmado Cristopher Nolan pero filmado al estilo del último Terrence Malick y, por supuesto, con unas gotitas de Stanley Kubrick. ¿Volveremos a encontrarnos con los seres de 7 patas?

2 comentarios:

  1. Tengo que volver a ver Solaris.

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  2. Querido Anónimo: Solaris es una obra fundamental. Muchas gracias por tu comentario, por cierto.

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