En Snow Hill, un pueblo helado de las montañas de Utah, la ley no está
del lado de la gente corriente, ni de los trabajadores. Por eso, los bountykillers, un gunfighter, varios outlaws
y los sheriffs campan a sus anchas.
Sergio Corbucci abandona el embarrado y desértico ambiente específico del Euro
Western para rodar un insólito y personalísimo film, ambientado en las montañas nevadas y con el protagonismo de
un Jean-Louis Trintignant que, traumatizado física y emocionalmente por un
hecho acaecido en el pasado, arrastra la muerte consigo. Y el silencio. Un
silencio mudo que tiene un personal código de matar. El sanguinario guión está salpicado
de elementos subversivos y despiadadas críticas al capitalismo, de diálogos
repletos de sentencias lapidarias, de supervivencia nevada y de una
característica historia de venganzas y ritmos de muerte, todo lo cual termina
de redondear uno de los Westerns Mediterráneos más idiosincrásicos del género,
fuente de inspiración de otras variadas producciones (como Los Odiosos 8), y de un aliento anti heróico realmente insólito.
Como puntos en su contra, hay que mencionar el horrible doblaje que tiene la
versión en castellano, algunos problemas de raccord
(momentos en los que nieva en una parte del pueblo y no nieva dos calles más
allá), fallos de montaje (sobre todo en escenas encadenadas de interior) y
errores de casting (Frak Wolff no
era, quizás, la persona más indicada para su papel). Morricone y Kinski, por su
parte, marcan la pieza con su hierro candente y humeante, mientras que Vonetta
McGee pone la nota de color, erotismo y belleza.
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