El
multimillonario Samuel Fulton (Charles Coburn) decide dejar su fortuna a los
herederos vivos de quien fue su único amor. Previamente a la formalización del
testamento, se hace pasar por John Smith, un pobre pintor, para averiguar la
forma de vida y el carácter de sus legatarios, dando pie a todo tipo de situaciones
en las que la enseñanza moral mutua será la regla y no la excepción. Una
estupenda comedia de comienzos de los cincuenta (con ligeros toques musicales
aquí y allá) pero que se desarrolla a finales de los años veinte, con ese
espíritu propio del cine de Frank Capra. Douglas Sirk comienza a despuntar en
la disección de las clases medias y altas usamericanas (especialmente de sus
vicios, defectos e imperfecciones) y en el tratamiento de los decorados, la luz
y el color como transmisores de emociones y de significado. No por casualidad,
Sirk había sido alumno aventajado del gran teórico Erwin Panofsky y había
elaborado un trabajo sobre las relaciones iconológicas entre la pintura
medieval y los miracle plays. Tres
curiosidades: en la película se menciona un film de William Wyler de 1928, Anybody Here Seen Kelly?; la BSO tiene
una melodía que recuerda a El Mago de Oz;
y James Dean aparece fugazmente en una escena de la película.
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