Como afirma la autora de la imprescindible Encyclopedia of Gothic Literature, Mary
Ellen Snodgrass, las historias de terror “are indigenous to human artistry”.
Por eso, a lo largo de la historia de las creaciones humanas, el terror ha permeado
tanto nuestras manifestaciones literarias como las visuales. Aunque es con la
aparición del medio cinematográfico con lo que el terror como género se hace
realmente popular, conquistando casi cada rincón del orbe. En este caso, la
historia se remonta al Drácula de
Bram Stoker pero actualizando y modernizando cada uno de sus componentes. David
Bowie y Catherine Deneuve son los Blaylock, un matrimonio de no muertos, ricos, chics y decadentes, que viven escondiendo a la sociedad su
vampírica condición porque, entre otras razones, tienen que matar para
sobrevivir. Por su parte, la doctora Sara Roberts (Susan Sarandon), está
investigando la posibilidad de retrasar la vejez y, con ella, de alargar la
vida, pero su camino se cruza con la del matrimonio Blaylock. Más allá de su
esteticismo impenitente, influenciado por la obra de Irving Penn, y de un
montaje inspirado en las técnicas del commercial,
El ansia es una estimable revisión
del mito vampírico, a la luz del movimiento new
romantic y mediante una excusa argumental propia de la ultraconservadora
década de los ochenta: la de la búsqueda de la eterna juventud. Además, todo se
aliña con los correspondientes toques eróticos, sanguinolentos y musicales. Sin
embargo, el final es un tanto delirante e inconsistente. En todo caso, se trata
de la opera prima del hermano de Ridley Scott, Tony Scott, y (con seguridad)
estamos ante una de sus obras maestras, junto con Marea Roja y Amor a quemarropa. Por cierto, al parecer se está rodando una continuación.
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