Con la excusa de que el Senado de los EE.UU. de América
tiene la obligación de confirmar el nombramiento del nuevo Secretario de
Estado, elegido por el propio presidente, Otto Preminger rueda una película valiente y arriesgada sobre los entresijos de las más altas intancias del poder
USAmericano. Y lo hace presentado sus luces y sus sombras, sus constricciones y
sus libertades, sus prejuicios y sus idealismos, desde una perspectiva que
recuerda, no en pocos momentos, a la obra de Gore Vidal. Para ello, cuenta con
la ayuda del sintético guión de Wendell Mayes (sí, el escritor de Anatomía de un asesinato), sobre la
novela de Allen Drury que, a su vez, se basa en la presidencia de Roosevelt. En
el centro de toda la trama, destacan los personajes y sus personalidades: el
Jefe de la Mayoría (un estupendo y entregado Walter Pidgeon), el senador por
Carolina del Sur (Charles Laughton, en su último papel), el senador Anderson
(Don Murray) -que es el presidente del Comité que debe decidir sobre el nuevo
Secretario de Estado, el profesor universitario Robert Leffingwell (Henry
Fonda)-, y otros personajes interesantes como el Vicepresidente del gobierno y presidente
del Senado (Lew Ayres), o el senador Danta, por ejemplo. Preminger no se anda
con tonterias y ajusta su dirección al drama político que se desarrolla ante el
espectador, abandonando las florituras de todo tipo. En este sentido, abundan
los largos encuadres de debate, los travellings
sinuosos pero elegantes, los planos generales, etc. Por eso, su dirección es
pulcra sin llegar a ser fría y la planificación es un auténtico prodigio, lo
que aleja el film del encorsetamiento
teatral. Por su parte, Fielding regala una partitura curiosa que no llega a
destacar y la fotografía de Sam Leavitt es realmente versatil, tanto en interiores
como en exteriores. Por cierto, las escenas dentro del Senado están rodadas en
el set que la productora tenía del
rodaje de Caballero sin espada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario