domingo, 28 de julio de 2013

Mis 5 imprescindibles de Peter Bogdanovich:


-       El héroe anda suelto (1968).
-       La última película (1971).
-       Luna de papel (1973).
-       Todos rieron (1981).
-       Qué ruina de función (1992).



Marie-Jo y sus dos amores

3*

Cuando se tiene una buena historia y se sabe cómo rodarla, aunque no se disponga de un gran presupuesto, es muy posible que no se alcancen grandes cotas cinematográficas pero, sin duda, se puede ofrecer una película seria, sencilla y serena, llena de varias de esas cosas vitales tan importantes y que, lamentablemente, ocupan muy poco tiempo en nuestras conversaciones. Esta es la propuesta que Rober Guediguian rodó en 2001, tras una filmografía humilde en la forma y ambiciosa en el contenido, cuyos puntos más álgidos podrían ser Marius y Jeannette o La ciudad está tranquila. El argumento gira en torno a una mujer que conoce a un hombre, del que se enamora, y que transforma en su amante pero al que no se puede entregar definitivamente porque sigue queriendo a su marido. Se trata de una historia dramática y trágica a partes iguales, aunque vitalista, y que podría recordarnos a la novela Dos hombres y una mujer, de Alfredo Castro. En todo caso, al desarrollarse cerca del mar, en Marsella, podría también hacernos pensar en los mitos de Calipso y Circe, algo que ya había utilizado Mircea Eliade en su Boda en el cielo. Los personajes, modestos trabajadores de clase media-baja, desprenden un agradable aroma de realidad, gracias al magnífico trabajo de los 3 actores protagonistas (Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan), habituales de la obra del director francés. Con una puesta en escena discreta y sobria, Guediguian mantiene la nave a flote gracias a una historia muy bien desarrollada, que convence gracias a su contención emocional y que, además, está salpicada de afortunados aciertos visuales, sostenidos por una BSO de la belleza de Mozart, Schubert, Vivaldi o Corelli.



jueves, 25 de julio de 2013

Hurlyburly (Aka Descontrol)

3*

En el Macbeth de Shakespeare, al comienzo del primer acto, varias brujas están reunidas en un aquelarre. Una de ellas espeta que “When the hurlyburly’s done/when the battle’s lost and won:”. A lo que otra bruja afirma: “That will be ere set of sun”. Tras la conmmoción de la batalla, sin duda, vendrá la calma. Aunque esa calma vuelva a ser provisional y aparente. Anthony Drazan lleva a la pantalla un texto de David Rabe, basado en el misterio de ese término utilizado por el bardo universal, y transforma una comedia negra en un drama desolado y oscuro, como el futuro de sus protagonistas, inmersos en varias crisis, personales, sentimentales y laborales. En el Hollywood de finales de los noventa, una serie de personajes que comparten piso y/o amistad llenan sus vacías vidas con drogas, alcohol, sexo y conversaciones pseudofilosóficas sobre el sentido de la vida, la amistad y el amor. El lenguaje, en estas conversaciones, parece escurrir su capacidad comunicativa, dando la razón al aviso que contenía La carta de Lord Chandos. La gente no se entiende, la gente no se escucha, la gente no tiene nada que decir salvo a sí mismos. El problema con esta historia era ¿cómo pasar a imágenes una obra de teatro tan densa, una obra que, por otro lado, había disfrutado de un merecido éxito en escena? La respuesta es sencilla: si bien la dirección no es particularmente imaginativa o creativa, tanto el guión como los actores sí que son magníficos, magnéticos, salvajes e incómodos. Por su parte, Sean Penn, Chazz Palmintieri, Robin Wright, Kevin Spacey, Anna Paquin, Meg Ryan y Garry Shandling entregan unas convincentes y veraces interpretaciones. En particular la de Penn, que consiguió la Copa Volpi en Venecia.




miércoles, 24 de julio de 2013

El club de los asesinos

3*

Por indicación de su fundador, el Club de los asesinos solo acepta un tipo de encargos: los asesinatos morales, diseñados para eliminar la maldad del mundo en el que vivimos. Sin embargo, el vicepresidente Lord Bostwick (Telly Savallas) pretende transformar el club en un instrumento al servicio del poder y del dinero, por lo que urde un plan para eliminar al presidente Iván Dragomiloff (Oliver Reed), hijo del fundador, a través de un extraño encargo proveniente de una joven periodista (Diana Rigg). El argumento de la película está extraído de Asesinatos S.L., una novela inacabada de Jack London, y se puede apreciar cierta inspiración de El club de los suicidas, la estupenda colección de relatos del maestro escocés R.L. Stevenson. El film tiene una entretenida y divertida primera parte aunque tiene una segunda que parece ceder a las presiones argumentales y coyunturales de la saga Bond y derivados. Con múltiples referencias históricas, políticas y culturales y un fascinante diseño de producción, la pelicula muestra todos los colores de la paleta irónica: desde los más finos hasta los más burdos, al igual que ese humor negro del que hace gala, por ejemplo, La tienda de los suicidas, de Jean Teulé. Una película muy aconsejable para una tarde de domingo absurda.



martes, 23 de julio de 2013

Martin

3*

George A. Romero abandona momentáneamente su saga zombi (diez años después del estreno de La noche de los muertos vivientes) para adentrarse en la inquietante historia de un joven que parece estar afectado por una maldición familiar, la del no muerto (es decir, la del Nosferatu). Martin, acuciado por la necesidad de sangre, comete todo tipo de crímenes, a los que hace pasar por suicidios. Con una realización cuasi amateur y, por momentos, abrupta, una producción de bajo coste, rodada en un suburbio de Pittsburg (la ciudad natal del director), un montaje atropellado y un guión algunas veces confuso, la historia, sin embargo, consigue seducir al espectador por su misteriosa trama y gracias a  momentos puntuales, como la turbadora escena pre créditos en el compartimiento de un tren. Los encuadres, la fotografía y la BSO apuntalan el carácter intrigante y ambiguo del relato. Represiones y fetichismos sexuales, traumas psicológicos, disfuncionalidad social y aspereza individual para una meta reflexión sobre la enfermedad y la adicción, subrayada por esos flash backs en blanco y negro, aunque sin llegar a la pedantería filo vampírica de Abel Ferrara en su The Addiction (1995). Como curiosidad, hay un papel para el maestro de los FX Tom Savini. Dos años después, en Thirst, Rod Hardy sorprendería con su actualización de los mitos vampíricos y con sus granjas de sangre humana.



viernes, 19 de julio de 2013

Jack el destripador (Aka The Man in the Attic)

2.5*

Este film de Hugo Fregonese es una de las múltiples versiones que se han realizado sobre la leyenda de Jack el destripador, cruel criminal londinense que aterrorizó a toda la sociedad británica con sus asesinatos en serie. No tiene el bizarrismo malsano del Jack the Ripper de Jess Franco ni la profundidad milenarista de la novela gráfica de Alan Moore, From Hell. Ni tampoco tiene ese suspense pulido de El enemigo de las rubias (basada en la misma novela que The Man in the Attic) ni esa desagradable ambientación de Asesinato por decreto. Pero tiene un Whitechapel victoriano digno de las mejores producciones de misterio de la época, con su niebla constante, sus callejones infinitos, sus extraños personajes y sus sempiternos bobbys, a lo que hay que añadir el claqueteo de los zapatos en el pavimento, el sospechoso malencarado (en este caso, un jovencito Jack Palance), varias chispas de british humour y, como es natural, un buen puñado de terribles asesinatos, todos ellos fuera de campo. La persecución final es, con franqueza, bastante estimulante aunque el desenlace es un tanto decepcionante.


jueves, 18 de julio de 2013

American Gigolo

3.5*

No son pocos los thrillers USAmericanos que, con la excusa de desvelar un crímen, radiografían una buena parte de la sociedad del momento con sutileza y profundidad. En el caso de American Gigolo, el sospechoso de un asesinato es Julian (Richard Gere), un individuo que vende su compañía y su savoir-faire a mujeres muy bien posicionadas de la zona de Los Ángeles. Sin embargo, alguien parece haberle tendido una trampa, con lo que comienza a recibir la visita del detective Sunday (Hector Elizondo), que le acosa para que desvele su coartada así como algunos secretos de su negocio. Una película fascinante en su primera parte, tanto desde el punto de vista estético como narrativo, justo hasta que el protagonista le confiesa a su nueva amante, Michelle (Lauren Hutton), el problema en el que está metido. Pero la segunda parte desbarra un tanto al intentar hacer interesante la investigación. Por otro lado, además de las pesquisas policiales, por supuesto, Paul Schraeder escarba en la moralidad de una sociedad que vive en un mundo de apariencias y que está podrida por dentro. Diseñada por Ferdinando Scarfiott, la estética se enriquece al estar explícitamente localizada a medio camino entre dos épocas, los sueños rotos de los setenta y la implacable austeridad neoliberal de comienzos de los ochenta, un diseño de producción minimalista y épico que antecede al de productos como Miami Vice o Heat. La presencia de símbolos, imágenes y referencias dispares complementan la función: Giorgio Moroder, The Warriors, The Police, John Hiatt, Blondie, la música disco, el mundo gay, el culto al cuerpo, varias veladas alusiones a la Guerra Fría y a Vértigo (de entre los muertos) y otras más explícitas al mundo de la política. Aunque, en realidad, donde mejor funciona el film es en el nivel de las pasiones, de la atracción sexual y del amor pero también en el de la ambición, la culpa y la expiación. 

La estructura de cristal

4*

En una estación metereológica rural, en medio del countryside polaco, vive un eminente científico. Está casado, tiene dos hijos y lleva una vida aparentemente intrascendente, lo que choca tanto con su formación como con su antigua vida. De hecho, incluso está desarrollando gustos sencillos (como esa atracción infantil por las lucecitas, a lo Homer Simpson). Un viejo amigo de la universidad viene a visitarle para pasar unas semanas pero tiene la secreta misión de que abandone esa vida y se reincorpore a la investigación, de ahí la metáfora del cristal para ejemplificar dos formas distintas de vivir: la natural y la artificial, la interior y la exterior (o, si se quiere, por utilizar un elemento filosófico recurrente en la obra del director, la vía agustiniana o la tomista). A lo largo del metraje se contrastarán ambas formas de vida mientras los personajes comen juntos, salen a pasear, charlan, hacen labores del hogar, van al cine, ven la TV, etc. Con una sensibilidad cinematográfica similar a una buena parte del cine asiático (desde Beat Takeshi a Kim-Ki Duk) pero también al cine de Dreyer y, sobre todo, al de Bergman, el director polaco Krzysztof Zanussi despliega una radiografía de la amistad, de una forma menos cerebral que en otras películas suyas, a través de una estructura narrativa que se recrea en circunloquios y en distintas escenas familiares a modo de sketches pero que también se despliega hacia delante, linealmente, con lo cual los personajes crecen, se conocen y aprenden a respetarse. La música, de uno de los compositores más conocidos de la cinematografía polaca, Wojciech Kilar, es maravillosa, con un piano que subraya el carácter bienintencionado de la historia con hermosas melodías, bien armonizadas, pero que, también, se arriesga al contraste experimental.



lunes, 15 de julio de 2013

Mis 5 directores sobrevalorados imprescindibles:


-       Tim Burton.
-       Danny Boyle.
-       Lars von Trier.
-       Michael Haneke.
-       M. Night Shyamalan.




Terror en el espacio

3*

La nave Argos aterriza en el planeta Aura. La mayoría de los tripulantes pierden la razón y comienzan a atacarse mutuamente pero, poco a poco, recobran la compostura. A partir de ese momento, se proponen averiguar qué misterio rodea al planeta y al extraño comportamiento que acaban de presenciar, para lo cual comienzan a explorarlo. Así, descubren que la tripulación de la Galliot han muerto. También descubren la existencia de una tercera nave, una nave alienígena (escena que sería casi calcada por Ridley Scott en Alien, el 8º pasajero), lo que les pone sobre la pista de qué puede estar pasando. Coproducción hispano-italiana, con la colaboración de la mítica AIP y con ese sentido del fantastique tan querido del maestro Mario Bava, desarrollado por un guión repleto de ideas seminales que, además, está apuntalado por un sabio uso del suspense, del color y de los elementos terroríficos aunque, en general, el producto se vea lastrado por una escenografía frugal, unos efectos especiales escacharrantes y una estética un tanto camp, aunque ciertamente creativa. En todo caso, se trata de una pieza a recuperar, tanto por su calidad intrínseca como por su tremenda influencia en el cine contemporáneo (véase, por ejemplo, la relacion con Pandorum). Alfonso Brescia rodó años más tarde una especie de remake de muy mala calidad, Anno Zero–guerra nello spazio.




jueves, 11 de julio de 2013

Memoria Letal

3*
Dedicada a Carolina Mateo
Renny Harlin, ese director de cine con aspecto de estrella de rock escandinava, ha dirigido algunas de las bazofias más taquilleras del Hollywood reciente. Sin embargo, por ejemplo, su remake de El Exorcista es una película sin alma, que no produce ningún tipo de sentiminto salvo el aburrimiento. Por otro lado, manejando los resortes del thriller y del cine de acción, Harlin ha conseguido varias películas tolerables y, sobre todo, entretenidas. Como muestra un botón: Cleaner, Máximo riesgo o La jungla 2 (alerta roja). En el caso de esta Memoria Letal, Harlin añade, además, un poco de humor (a cargo del siempre sobrado Samuel L. Jackson), una heroína a lo Jason Bourne (Geena Davies, la propia mujer del director), una trama de espías y un crescendo rítmico trepidante y muy bien conseguido. El resultado es una película espídica (aunque sin llegar al nivel de Speed), montada con una media de 3 segundos por toma (por obra y gracia de William Transformer Goldenberg), con esa chulería típica de productos como El último Boy Scout (con el que comparte guionista), que saca buen partido de las localizaciones canadienses y con una clásica y rock’n’rollera BSO. Atención al trabajo de Brian Cox y de David Morse, dos secundarios de lujo.



miércoles, 10 de julio de 2013

Intriga extranjera

3*

Suntuosa producción de Sheldon Reynolds, con vestuario de Pierre Balmain incluido, basada en una serie de la televisión USAmericana aunque rodada en Europa. A la zaga de las películas de suspense y espionaje de Alfred Hitchcock y de otros directores de la época, con los nazis de por medio, al estilo de Conspiración en Berlín, Odessa o Conspiración Cicerón, aunque de mucha menor calidad. Con una iluminación francamente mejorable y algunos errores de rodaje (como en la primera escena, cuando Víctor se sube a la silla de la biblioteca y la cámara muestra una parte del mueble), la historia y el misterio se siguen con cierta simpatía hasta que llega el final, realmente anticlimático. Regulares interpretaciones de Robert Mitchum, Geneviève Page y de la bergmaniana Ingrid Thulin. Por cierto, la cienta tiene un cierto parecido temático con La clave del enigma, de Joseph Losey. Aunque esto pueda extrañar a más de uno.

martes, 9 de julio de 2013

La furia

2.5*

El agente Peter Sandza (Kirk Douglas) trabaja para una agencia secreta del Gobierno USAmericano. Un día, en un lugar indeterminado de lo que el Foreign Office llama Oriente Medio, unos individuos secuestran a su hijo porque, al parecer, tiene algún tipo de poder extrasensorial que puede ser utilizado como arma psicológica. De vuelta a Chicago, el padre, desesperado, comienza su búsqueda. Convencional thriller de intriga, sobre la telepatía y los poderes psicométricos, tan en boga en la época (Equus, Viaje al fondo de la mente, Alarma: catástrofe o Scanners), con algún elemento fantástico y en la línea, por tanto, de su predecesor éxito Carrie. Sobre tan extrañas habilidades mentales se ha levantado parte del edificio de la Marvel así como un constante goteo de films, como la reciente Chronicle, de Josh Trank. Con los típicos alardes técnicos del director, alguna que otra repetición (varios travellings semicirculares) y una ultraconsciente planificación, La furia no destaca especialmente, ni siquiera dentro de la muy sobrevalorada filmografía del director, salvo por la BSO de John Williams, inspirada en el estilo de Bernard Hermann, y por un conjunto de convicentes interpretaciones. Además, vista hoy, sorprende algún que otro momento paródico (dos policías jugando con sus walkies talkies) así como varias escenas de un humor involuntario (un doctor hablando del “mundo plasmático”). Por otro lado, fruto de la cinefilia constante del director, hay también un homenaje a los giallo de Argento