La nave Argos aterriza en el planeta Aura. La mayoría de
los tripulantes pierden la razón y comienzan a atacarse mutuamente pero, poco a
poco, recobran la compostura. A partir de ese momento, se proponen averiguar
qué misterio rodea al planeta y al extraño comportamiento que acaban de
presenciar, para lo cual comienzan a explorarlo. Así, descubren que la
tripulación de la Galliot han muerto. También descubren la existencia de una
tercera nave, una nave alienígena (escena que sería casi calcada por Ridley
Scott en Alien, el 8º pasajero), lo
que les pone sobre la pista de qué puede estar pasando. Coproducción hispano-italiana,
con la colaboración de la mítica AIP y con ese sentido del fantastique tan querido del maestro Mario Bava, desarrollado por un
guión repleto de ideas seminales que, además, está apuntalado por un sabio uso
del suspense, del color y de los elementos terroríficos aunque, en general, el
producto se vea lastrado por una escenografía frugal, unos efectos especiales escacharrantes
y una estética un tanto camp, aunque ciertamente creativa. En todo
caso, se trata de una pieza a recuperar, tanto por su calidad intrínseca como
por su tremenda influencia en el cine contemporáneo (véase, por ejemplo, la
relacion con Pandorum). Alfonso
Brescia rodó años más tarde una especie de remake de muy mala calidad, Anno Zero–guerra nello spazio.
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